- El ácido retinoico y la enzima CYP26B1 son esenciales en la regeneración de extremidades en ajolotes.
- El gen SHOX y la denominada “memoria posicional” guían el recrecimiento exacto de los miembros.
- Científicos han logrado visualizar el proceso en tiempo real usando ajolotes modificados genéticamente que brillan.
- Estos hallazgos podrían allanar el camino para nuevas terapias regenerativas humanas, aunque todavía existen retos técnicos y biológicos por resolver.
La extraordinaria capacidad regenerativa de los ajolotes ha capturado la atención de biólogos y médicos de todo el mundo. Estos llamativos anfibios mexicanos, famosos por su aspecto simpático y sus branquias externas, pueden reconstruir partes completas de su cuerpo, incluyendo extremidades y hasta órganos internos. ¿Cómo logran una hazaña que los humanos hemos perdido?
Investigaciones recientes han conseguido arrojar luz sobre este enigma biológico, utilizando sofisticadas técnicas de genética y observación en tiempo real. Gracias a ajolotes modificados genéticamente para emitir fluorescencia, los científicos han podido identificar los mecanismos clave que permiten una regeneración tan precisa. Estas revelaciones no solo aumentan nuestro entendimiento sobre la biología de estos animales, sino que podrían ser la base de avances revolucionarios en medicina regenerativa.
El ácido retinoico: mensajero molecular para reconstruir miembros

El corazón de este proceso de regeneración es el ácido retinoico, una molécula derivada de la vitamina A presente tanto en ajolotes como en humanos. Sus funciones van mucho más allá del cuidado de la piel: en estos anfibios, actúa como un auténtico GPS celular, indicando a cada célula dónde se encuentra y qué estructura debe formar. Este sistema es especialmente exquisito; la concentración de ácido retinoico varía a lo largo de la extremidad, siendo mayor cerca del punto de unión al cuerpo y menor en las zonas distales como dedos o manos.
Durante una lesión, las células de la zona afectada forman una masa denominada blastema, que contiene células similares a las embrionarias. La “orden” que reciben para reconstruir la parte perdida depende de la diferencia en los niveles locales de ácido retinoico. Si la concentración es elevada, la regeneración abarca estructuras más cercanas al cuerpo. Con niveles bajos, solo se reconstruyen zonas distales.
La “memoria posicional” y el papel del gen SHOX

Un elemento vital en la regeneración ajolote es la llamada memoria posicional. Las células del blastema “recuerdan” su ubicación original, lo que les permite reconstruir solo la parte perdida y no otras por error. Este mecanismo depende, en parte, de la señalización del ácido retinoico, pero también del gen SHOX, que juega un papel determinante en la formación de los huesos largos.
Los experimentos con técnicas de edición genética (como CRISPR) han demostrado que la ausencia de SHOX conduce a extremidades más cortas, aunque funcionales. En humanos, mutaciones en este gen están asociados a alteraciones óseas, lo que subraya la similitud genética entre ambas especies. El equilibrio fino entre ácido retinoico, CYP26B1 y SHOX permite que la regeneración sea precisa y controlada.
Visualizando estos procesos en ajolotes modificados genéticamente —capaces de brillar cuando estas rutas moleculares se activan—, los científicos han podido seguir en tiempo real cómo el cuerpo “decide” qué y cuánto regenerar.
¿Y si algún día los humanos pudiéramos regenerar extremidades?

Estos estudios han abierto nuevas líneas de pensamiento en medicina humana. Aunque compartimos la mayoría de los genes implicados en la regeneración con los ajolotes, la diferencia radica en que nuestras células no responden igual tras una lesión. Mientras los ajolotes reactivan programas genéticos embrionarios y reconstruyen la estructura perdida, en los humanos el tejido cicatriza y se pierde esa capacidad de regeneración.
El equipo liderado por James Monaghan y otros expertos plantea que, en un futuro, podría ser posible “despertar” esa memoria posicional dormida en nuestras células. No sería necesario cambiar todos nuestros genes, sino reactivar ciertas rutas de señalización y modular adecuadamente las moléculas clave en el momento preciso.
Si bien la idea de aplicar parches que estimulen la regeneración suena aún lejana, los avances en edición genética y biología molecular acercan, paso a paso, este horizonte. Como explican los investigadores, estos trabajos aún se encuentran en una fase básica, pero sientan las bases para desarrollar terapias que algún día podrían permitir la regeneración de dedos, manos o incluso extremidades completas.
Por ahora, los ajolotes siguen siendo guardianes de un secreto fascinante. Su estudio no solo amplía los conocimientos sobre cómo se puede reconstruir un organismo, sino que que inspiran nuevas vías para la medicina del futuro, en la que curar sin cicatrices o reconstruir miembros podría dejar de ser una simple fantasía.