Microplásticos en agua y alimentos: una amenaza invisible para la salud

Última actualización: 17 junio 2025
  • La presencia de microplásticos en agua y alimentos es un problema creciente que afecta la salud humana y ambiental.
  • Estos compuestos pueden provocar alteraciones metabólicas, hormonales y reproductivas, y su exposición es casi inevitable.
  • El uso de envases plásticos, el procesado y cocinado de alimentos, y la contaminación ambiental son vías clave de exposición.
  • Adoptar hábitos conscientes y exigir regulaciones más estrictas son esenciales para reducir riesgos y proteger la salud.

Microplásticos en agua y alimentos

Los microplásticos están mucho más presentes en nuestra vida cotidiana de lo que la mayoría imagina. Sin darnos cuenta, estas diminutas partículas plásticas han pasado de ser un problema ambiental a una amenaza que afecta directamente a lo que comemos, bebemos e incluso al aire que respiramos. Numerosos estudios y expertos alertan sobre la exposición casi ineludible a través de alimentos y agua, desencadenando inquietud en la comunidad científica y sanitaria.

La cuestión no se limita a la contaminación de los océanos o ríos; los microplásticos han encontrado su camino hasta nuestras mesas y cuerpos. Desde envases hasta polvo doméstico, pasando por el procesado industrial y el cocinado en recipientes plásticos, la exposición es constante. Aunque este fenómeno es relativamente reciente, la velocidad de acumulación y los posibles efectos a largo plazo están motivando investigaciones en todo el mundo y debates sobre la urgencia de nuevas medidas de protección.

¿Qué son los microplásticos y cómo llegan a los alimentos y el agua?

Por definición, los microplásticos son pequeños fragmentos de plástico menores de 5 milímetros que resultan de la degradación de objetos plásticos más grandes. Estos fragmentos pueden estar presentes tanto en alimentos frescos, agua potable, productos procesados, como en el aire y el polvo doméstico. No sólo se originan en el mar, también pueden desprenderse de envases, utensilios de cocina, ropa sintética o incluso durante el procesamiento y almacenamiento de comida.

Un ejemplo preocupante es el hallazgo de microplásticos en botellas de agua, mariscos, sal de mesa, frutas, verduras y productos envasados. Incluso calentar alimentos en recipientes plásticos incrementa la liberación de partículas al alimento. Los centros de investigación españoles y europeos han señalado que los alimentos infantiles y productos a granel envueltos en film plástico también presentan altos niveles de contaminación.

El agua embotellada merece mención especial: puede contener hasta 240.000 microplásticos por litro, frente a los 4.000 que se estiman en agua del grifo filtrada. Por tanto, la ingesta de microplásticos es una realidad cotidiana para la mayoría de personas, superando en muchos casos las 50.000 partículas al año, según estimaciones de organismos internacionales.

Microplásticos contaminando alimentos y agua

Efectos de los microplásticos en la salud humana

La inquietud de los expertos se basa en que los microplásticos no sólo son un residuo inerte, sino que pueden actuar como portadores de compuestos tóxicos, tales como ftalatos, bisfenoles y retardantes de llama. Estas sustancias son capaces de migrar a los alimentos o ser inhaladas, desencadenando efectos potencialmente dañinos sobre el organismo.

Se han encontrado microplásticos en órganos tan diversos como la placenta, el hígado, los pulmones, el cerebro, la sangre y hasta en fluidos reproductivos. Algunos estudios recientes han relacionado su presencia con alteraciones hormonales, metabólicas e inmunológicas, además de asociarlas a trastornos reproductivos. La disminución de la fertilidad femenina y masculina podría estar vinculada con la acumulación de micro y nanoplásticos en los órganos reproductivos, como han evidenciado estudios en España y a nivel europeo.

Entre los problemas identificados se encuentra la posibilidad de alterar el funcionamiento endocrino, comprometiendo la maduración de óvulos y espermatozoides, así como aumentar la incidencia de enfermedades inflamatorias intestinales, lesiones tisulares e incluso contribuir al desarrollo de ciertos tipos de cáncer. Algunos aditivos, como el ftalato DEHP y el organofosforado EHDPP, pueden superar los límites considerados seguros en bebés y niños bajo escenarios de alta exposición.

¿Dónde encontramos microplásticos y cómo se produce la exposición?

La ruta principal de exposición es la ingesta de alimentos y bebidas, aunque no es la única. Los microplásticos pueden contaminar los alimentos a lo largo de toda la cadena: desde el entorno agrícola, el procesado, el envasado e incluso mediante utensilios y recipientes utilizados en el hogar. Destacan los envases plásticos de un solo uso, las bolsas de film para cocinar al vapor y los recubrimientos internos de latas y tapas.

También la inhalación de polvo doméstico y el contacto dérmico contribuyen a la exposición global. Los textiles sintéticos, por ejemplo, liberan microfibras que flotan en el aire y pueden llegar a ser inhaladas o depositarse en alimentos. Incluso algunos alimentos envasados en vidrio presentan trazas de plastificantes, si bien este material es considerado mucho más seguro que el plástico convencional por su estabilidad química.

Microplásticos y salud alimentaria

Repercusiones en la fertilidad y el desarrollo

Diversas investigaciones han documentado la presencia de microplásticos en el líquido folicular ovárico y en el líquido seminal, ambos fundamentales para la reproducción humana. En España, estudios recientes han encontrado que el 69% de las mujeres y el 55% de los hombres analizados presentaban microplásticos en estos fluidos. Entre los polímeros más detectados aparecen el teflón (PTFE), el polipropileno, el tereftalato de polietileno (PET) y el poliestireno.

Estos hallazgos generan preocupación por su posible impacto sobre la fertilidad y las tasas de natalidad, en un contexto donde ya se observa una tendencia a la baja en los nacimientos en muchos países europeos. La alteración en los niveles hormonales, la interferencia con el desarrollo embrionario y la baja calidad de óvulos y espermatozoides podrían estar relacionadas con la exposición crónica a microplásticos.

Para reducir la exposición, es recomendable limitar el uso de plásticos en la alimentación, optar por envases de vidrio o acero inoxidable, y evitar calentar alimentos en recipientes plásticos. La vigilancia y regulación más estricta también son fundamentales para limitar la presencia de microplásticos en los alimentos y el agua, protegiendo así la salud pública y el medio ambiente.