Percepción sensorial de los animales: sentidos, órganos y ejemplos

Última actualización: 29 octubre 2025
  • Los sentidos transforman estímulos físicos en señales nerviosas discretas que el cerebro integra para generar percepciones útiles.
  • Vista, oído, gusto, olfato y tacto se basan en órganos y receptores especializados con funciones complementarias.
  • Perros, gatos y bovinos muestran perfiles sensoriales distintos a los humanos por adaptación ecológica y social.

percepción sensorial de los animales

La percepción sensorial de los animales es, en pocas palabras, su manera de construir un mundo propio a partir de estímulos físicos. Cada especie filtra la realidad mediante receptores especializados que envían señales al sistema nervioso, donde el cerebro las integra y traduce en experiencias útiles para sobrevivir y reproducirse.

En estas líneas vamos a recorrer, con lupa, los sentidos clásicos y sus órganos en vertebrados (vista, oído, gusto, olfato y sensibilidad cutánea) y cómo funcionan. Incorporaremos comparaciones entre perros, gatos y seres humanos, la fisiología del ojo y del oído, el papel del gusto y del olfato (incluido el órgano vomeronasal), y un repaso a la sensibilidad de los bovinos; también exploraremos cómo el cerebro convierte señales discretas en percepciones coherentes, además de un caso real sobre comportamiento y adaptación de una nutria en libertad.

Cómo construyen los animales su mundo perceptual

Todos habitamos el mismo universo físico, pero no todos lo “vemos” igual. La clave está en el repertorio de receptores sensoriales y en la forma de procesar la información. Cada sentido transforma el impacto del entorno (fotones, ondas de presión, sustancias químicas, temperaturas, contactos) en impulsos electroquímicos que viajan al cerebro.

Sea cual sea el tipo de estímulo (mecánico, térmico, químico o luminoso), la transmisión nerviosa comparte un principio común: señales discretas que equivalen a ‘sí’ o ‘no’, una especie de código binario electroquímico. A partir de ahí, distintas áreas sensoriales del encéfalo interpretan esas señales como experiencias cualitativamente diferentes: colores, sabores, sonidos, temperatura, presión, dolor o vibración.

El cerebro no es un espejo pasivo; interpreta de forma “conveniente” para la especie. La percepción resulta adaptativa y no pretende reflejar fielmente la física del mundo, sino aquello que más favorece la supervivencia. Por eso disfrutamos de constancias perceptuales: objetos que se ven estables de tamaño y forma pese a los cambios en la imagen retiniana, o colores relativamente constantes bajo distintas iluminaciones.

Un ejemplo clásico es el de las flores a pleno sol: las amapolas reflejan fotones de longitudes de onda que nosotros percibimos como rojo, pero además muestran patrones en ultravioleta que no vemos. Muchas especies de insectos captan el ultravioleta y carecen de la sensibilidad al rojo, con lo que su “mundo” de colores no coincide con el nuestro. En realidad, fuera de los sistemas perceptuales no existen colores, sino absorciones y reflejos de radiación electromagnética.

La vista en vertebrados: estructuras del ojo y función

El órgano visual de los vertebrados es el ojo, una esfera compleja con varias capas concéntricas y medios transparentes. Sus elementos principales incluyen córnea, cámara anterior, iris, cuerpo ciliar, cristalino, cuerpo vítreo, retina, coroides, esclerótica y nervio óptico. Aunque su arquitectura varía entre especies, la lógica de captura y enfoque de la luz es compartida.

La cubierta externa, la córnea, es transparente y carece de vasos sanguíneos. Su curvatura permite el enfoque inicial y protege la superficie ocular. Tras ella se encuentra la cámara anterior con su humor acuoso, que nutre estructuras y mantiene la presión intraocular adecuada para la óptica del globo ocular.

El iris divide la cámara anterior de la posterior y regula la entrada de luz mediante la pupila. Un esfínter reduce su diámetro y un músculo dilatador lo aumenta, modulando la cantidad de luz que alcanza el cristalino. El epitelio posterior del iris, ricamente pigmentado, aporta el color del ojo y ayuda a evitar reflejos indeseados en el interior.

El cuerpo ciliar, situado detrás del iris, cumple una doble función. Por un lado, su epitelio segrega el humor acuoso; por otro, sus músculos ciliares modifican la curvatura del cristalino para afinar el enfoque sobre la retina en función de la distancia del objeto observado.

El cristalino, transparente y flexible, trabaja junto con la córnea para proyectar imágenes nítidas en la retina; detrás, el cuerpo vítreo rellena la cavidad ocular y ayuda a mantener la forma del globo. La coroides y la esclerótica completan las cubiertas de soporte y nutrición, y el nervio óptico (par II) lleva la información hacia estructuras centrales del encéfalo.

La retina es la capa sensorial propiamente dicha, con hasta diez estratos de neuronas. Las células fotorreceptoras se dividen en conos (visión del color) y bastones (sensibilidad a la luz). Una capa pigmentaria externa absorbe luz dispersa y aumenta la nitidez, mientras que interneuronas retinianas procesan y compactan la señal que finalmente saldrá por el nervio óptico.

El oído: audición y equilibrio

Lo que solemos llamar oído integra dos sistemas con funciones complementarias: auditivo (sonidos) y vestibular (equilibrio y movimiento). Ambos comparten localización anatómica y fluidos, pero sus receptores están adaptados a estímulos distintos.

Oído externo

Incluye el pabellón auricular u oreja y el conducto auditivo externo, un tubo que termina en la membrana timpánica. En su porción más externa abundan glándulas ceruminosas que producen cerumen, sustancia protectora que captura partículas y contribuye a la salud del canal.

Oído medio

Tras el tímpano se halla la cavidad timpánica, donde se encadenan tres pequeños huesos: martillo, yunque y estribo. Su función es transformar las ondas de presión del aire en vibraciones mecánicas controladas y transmitirlas eficientemente al oído interno. La trompa de Eustaquio, que comunica con la faringe, equilibra presiones para que el sistema trabaje correctamente.

Oído interno

El laberinto óseo alberga vestíbulo, canales semicirculares y cóclea; en su interior discurre el laberinto membranoso con utrículo, sáculo y el conducto coclear. Estas cavidades contienen endolinfa y perilinfa según la localización, y en ellas residen los receptores que traducen el movimiento en señales nerviosas.

En el sistema vestibular (utrículo, sáculo y conductos semicirculares) las células ciliadas detectan aceleraciones angulares, lineales y la posición respecto a la gravedad. En la cóclea, el órgano de Corti convierte vibraciones en impulsos que codifican el sonido. La inervación corre a cargo del nervio vestibulococlear (par VIII), que transmite información auditiva y de equilibrio al encéfalo.

El gusto: botones gustativos y vías de señal

El sentido del gusto identifica compuestos químicos disueltos mediante estructuras especializadas llamadas botones gustativos. Estos botones contienen las células receptoras responsables de reconocer los sabores y están integrados principalmente en las papilas linguales.

No obstante, los botones gustativos no se limitan a la lengua. También aparecen en el paladar y la epiglotis, ampliando la superficie de detección. Su morfología recuerda a una pequeña “cebolla”, con un polo apical en contacto con el medio; allí, las moléculas sapidas interactúan con receptores que inician la cascada de transducción.

La información generada por las células gustativas se recoge en fibras sensoriales primarias y se dirige hacia centros nerviosos donde se integra con olfacción y señales somatosensoriales de la boca. El resultado es una experiencia gustativa rica y contextualizada, crucial para orientar la ingesta y evitar sustancias potencialmente nocivas.

El olfato: epitelio olfatorio y órgano vomeronasal

Epitelio olfatorio principal

La olfacción arranca en el epitelio olfativo, localizado en una región alta de la cavidad nasal, cerca del cráneo. Las neuronas olfativas poseen receptores que se activan por moléculas odorantes y sus axones se agrupan formando el nervio olfativo (par I), que atraviesa el cráneo y contacta con el bulbo olfatorio.

El epitelio olfatorio principal es pseudoestratificado y, en humanos, cubre aproximadamente 1 cm2. Su arquitectura permite una exposición eficiente a los olores del aire inspirado, mientras el moco nasal ayuda a disolver y transportar las moléculas hacia los cilios sensoriales.

Órganos olfativos complementarios

Además del sistema olfativo principal, existen estructuras olfativas primarias adicionales en vertebrados, como el órgano vomeronasal, el órgano septal de Masera y el ganglio de Grueneberg. El órgano vomeronasal destaca en la detección de feromonas y señales químicas sociales, siendo determinante en conductas de reproducción y marcaje.

Sentidos cutáneos: tacto, temperatura y dolor

La piel es el mayor órgano sensorial y contiene una rica variedad de mecanorreceptores, termorreceptores y nociceptores. Las terminaciones nerviosas libres detectan contacto, temperatura y dolor, distribuyéndose por toda la superficie cutánea con densidades variables según la zona.

Otros receptores cutáneos son encapsulados: rodean el extremo nervioso con células especializadas que modulan su respuesta. La mayoría son mecanorreceptores, sensibles a presión y vibración, y se ubican preferentemente en la dermis, aportando información fina del entorno inmediato.

Perros, gatos y humanos: similitudes y diferencias

El documento de referencia compara las capacidades sensoriales en perros, gatos y humanos, subrayando diferencias funcionales derivadas de su historia evolutiva. En general, perros y gatos muestran una ventaja marcada en olfacción y audición respecto a las personas, mientras que los humanos destacan en procesamiento visual del color y en ciertos aspectos de agudeza central.

En la práctica, un perro identifica rastros químicos con mucha mayor sensibilidad y variedad, y un gato detecta frecuencias sonoras altas y cambios sutiles en el entorno acústico. Los humanos, por su parte, integran muy bien señales visuales complejas y disfrutan de un repertorio cromático amplio gracias a la contribución de conos con diferentes sensibilidades espectrales, a diferencia de los colores que ven los perros gracias a su distinta composición fotorreceptora.

La percepción en bovinos: visión, oído, gusto, olfato y tacto

Los bovinos poseen un campo visual muy amplio y panorámico, en torno a 300°, incrementado por su pupila alargada. Disponen de una zona binocular frontal para ver con nitidez y calcular distancias, y zonas laterales monoculares donde la definición baja algo y la percepción de relieve es menor.

Sin girar la cabeza, no ven justo detrás, y presentan una “zona de sombra” frente al hocico de unos 0 a 20 cm. Su cristalino, más globular, les favorece el enfoque cercano (por ejemplo, la hierba), pero a distancia se comportan como miopes y requieren acomodación; además, detectan pequeños movimientos que a nosotros nos pasan inadvertidos.

La adaptación a cambios bruscos de iluminación es relativamente lenta, de modo que áreas muy iluminadas o con fuertes contrastes pueden actuar como barreras perceptivas. En cuanto al color, son dicromáticos y muestran picos de sensibilidad alrededor de 552–555 nm (amarillo-verde) y 444–445 nm (azul-púrpura). El mito de que el toro se altera por el rojo del capote no se sostiene: lo que de verdad llama la atención es el movimiento.

Su audición es fina, con sensibilidad máxima aproximada en 8.000 Hz y capacidad para oír frecuencias muy altas, de hasta unos 35.000 Hz. El pabellón auricular es móvil y orientable hacia la fuente sonora, aunque la precisión en la localización espacial es menor que en humanos. Ruidos agudos o poco habituales pueden generar sobreexcitación y estrés.

Con el gusto, distinguen los cuatro sabores básicos: dulce, salado, amargo y ácido. Prefieren el dulce, seguido del amargo, luego el salado y, por último, el ácido, una jerarquía que influye en su selección de alimentos y en su comportamiento alimentario en pastoreo.

El olfato está muy desarrollado y juega un papel clave en su comunicación química. Detectan señales procedentes de glándulas anales, urogenitales, bucales o cutáneas, y las feromonas moduladas a través del órgano vomeronasal influyen en la reproducción y en la interacción social.

Es típico el comportamiento de Flehmen en los machos: elevan la cabeza, enroscan el labio superior y aspiran de forma brusca, favoreciendo la llegada de compuestos a la mucosa olfativa y al vomeronasal. Así identifican, por ejemplo, el estro de la hembra al oler su región urogenital u orina; incluso ciertos olores permiten reconocer estados de estrés en otros individuos.

En tacto, las zonas más sensibles coinciden con piel más fina: mejillas, cuello, inicio de la cola, cara interna de los muslos, ubre y vulva. Los receptores del dolor son especialmente abundantes en el interior de las narinas y en la base de los cuernos. La sensibilidad térmica les informa de temperatura, humedad y velocidad del viento, factores que condicionan su confort.

Procesamiento cerebral: señales discretas y constancia perceptual

Que sentidos distintos compartan un mismo “idioma” eléctrico facilita la integración multimodal en el encéfalo. El cerebro compone una escena coherente priorizando lo útil, no lo físicamente exacto, por lo que la percepción es una especie de reconstrucción funcional de la realidad.

Algunas especies prestan atención prioritaria a cambios más que a rasgos estables del entorno; en nuestra especie, numerosos mecanismos garantizan la constancia del color, tamaño y forma. Para calcular relieve y distancias se requieren estimaciones estereométricas y paralácticas complejas, fruto del procesamiento de señales de ambos ojos y de pequeños desplazamientos de la cabeza.

Ejemplo inspirador: una nutria y el papel de los sentidos

El relato de “Sancho”, una nutria gigante hallada en los pantanales de Brasil cuando era apenas un bebé, muestra cómo la sensibilidad animal y el aprendizaje guiado pueden facilitar la vuelta a la naturaleza. Bajo el cuidado de la veterinaria Carolina Vargas durante sus primeros nueve meses, Sancho adquirió habilidades para valerse solo en el medio salvaje.

En su liberación, sentidos como el olfato, el oído y el tacto en el agua son cruciales para cazar, reconocer peligros y explorar. La supervivencia, la aceptación por parte de otros congéneres y el vínculo afectivo durante la crianza ilustran la dimensión sensorial y social de la adaptación al entorno.

Glosario útil para entender la percepción

Estereométrico: relativo a la estereometría, rama de la geometría que se ocupa de la medida de cuerpos tridimensionales. Se alude a cálculos de volumen, forma y disposición espacial que el sistema visual infiere para percibir profundidad y relieve.

Paraláctico: relativo al paralaje, la diferencia en los ángulos con los que se observa un objeto desde dos posiciones distintas. Este principio, junto con la visión binocular, aporta claves de distancia y profundidad en la escena visual.

Señales discretas: patrones nerviosos que solo admiten dos estados (pasa/no pasa), por oposición a señales continuas con infinitos grados. La codificación neuronal se basa en trenes de impulsos cuyo patrón temporal y espacial el cerebro interpreta como cualidades perceptivas.

Referencias y recursos

Para profundizar en algunas reflexiones filosóficas y científicas sobre percepción y conocimiento, es interesante la obra de J. Mosterín. La relación entre mundo real, sensación y percepción que recoge encaja con la visión adaptativa que aquí hemos resaltado.

  • Bibliografía ↷

Grandes temas de la filosofía actual: Mosterín, J. (1983). (ed. 1). Barcelona: SALVAT EDITORES, S.A.

Puedes consultar material docente relacionado con fisiología sensorial aquí: Download PDF. Este recurso complementa la anatomía y la transducción sensorial descritas a lo largo del texto.

El modo en que cada especie transforma estímulos en percepciones depende de su equipo de receptores, de su anatomía sensorial y de la integración cerebral. Desde los conos y bastones de la retina hasta las células ciliadas de la cóclea, pasando por los botones gustativos, el epitelio olfatorio y las terminaciones cutáneas, la diversidad de soluciones biológicas explica por qué perros, gatos, bovinos, insectos, caracoles y humanos habitan “mundos” distintos pese a compartir el mismo planeta.

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