- Nuevas especies de arañas marinas descubiertas en las profundidades de la costa oeste de EE. UU., con una dieta basada en bacterias que consumen metano.
- Estas arañas viven en simbiosis con bacterias, obteniendo energía de la conversión de metano y oxígeno en nutrientes como azúcares y grasas.
- La adaptación podría ayudar a mitigar la liberación de metano al medio ambiente y revela estrategias evolutivas únicas.
- La herencia bacteriana y la reproducción muestran un vínculo directo entre generaciones, lo que abre nuevas vías de investigación sobre la transmisión microbiana en animales.

En las profundidades oceánicas, donde la luz escasea y la presión es extrema, un reciente estudio desvela la existencia de singulares arañas marinas que han evolucionado una estrategia de supervivencia inusual: dependen de bacterias capaces de aprovechar el metano como fuente de alimento. Este hallazgo, llevado a cabo por un equipo internacional de biólogos y documentado en destacadas publicaciones científicas, supone una pequeña revolución en el conocimiento sobre la vida en entornos tan poco accesibles.
Lejos del estereotipo de cazadoras que fabrican telarañas o depredadoras activas, estas arañas marinas del género Sericosura han optado por convivir en simbiosis con microbios. Los científicos encontraron estas especies en zonas profundas frente a la costa de California y Alaska, donde la ausencia de luz solar, las bajas temperaturas y la escasez de recursos convierten la existencia en un auténtico desafío para cualquier ser vivo.
Una relación simbiótica única: bacterias y metano como sustento

El estudio revela que estas pequeñas criaturas, de apenas un centímetro de longitud, viven recubiertas por una fina capa de bacterias especializadas. La función de estos microbios es transformar el metano que emerge del fondo marino en compuestos energéticos como azúcares y grasas, que luego sirven de alimento directo para sus anfitrionas arácnidas.
Lejos de alimentarse como otras arañas marinas —que suelen atrapar pequeñas presas blandas y succionar sus fluidos—, las especies recién descritas carecen de los apéndices adecuados para la caza. Actúan más bien como agricultores que recolectan su propio «cultivo» bacteriano, aprovechando un recurso tan abundante como el metano que se filtra del lecho marino en forma de burbujas.
Shana Goffredi, bióloga que lideró la investigación, comenta que este sistema es tan eficiente que las arañas «obtienen su desayuno raspando su propio cuerpo y comiendo las bacterias que crecen sobre él». Este tipo de simbiosis no se había observado antes en arácnidos, aunque existen casos similares con otros habitantes de las profundidades marinas, como gusanos de tubo y esponjas.
Implicaciones medioambientales y evolución adaptativa
La importancia de este hallazgo va más allá de la mera curiosidad biológica. Las bacterias simbióticas que nutren a las arañas también consumen metano, un gas con una notable capacidad para atrapar el calor atmosférico, mucho mayor que la del dióxido de carbono. Este mecanismo de alimentación puede tener un papel destacado a la hora de limitar la liberación de metano desde el océano hacia la atmósfera, contribuyendo así a reducir los efectos del calentamiento global.
Nicole Dubilier, experta en simbiosis marina, explica que muchos de estos microbios viven pegados a las burbujas de metano para estar siempre cerca de su fuente de energía. El hecho de que algunas especies animales hayan desarrollado la capacidad de albergarles en su propio cuerpo muestra hasta qué punto la evolución puede generar adaptaciones imprevisibles en ambientes extremos.
Los estudios de laboratorio confirmaron que los microbios no solo son transportados por estos arácnidos, sino que también se alimentan activamente de ellos. Este fenómeno constituye una estrategia única y efectiva en entornos donde la cadena alimentaria primaria depende más de procesos químicos que de la fotosíntesis.
Reproducción y traspaso de bacterias entre generaciones
Otro aspecto sorprendente de estas arañas marinas es su modo de reproducción y herencia bacteriana. Las hembras ponen cientos de huevos desde sus extremidades, que los machos envuelven y cuidan en paquetes. Cuando las pequeñas arañas nacen, ya portan las bacterias simbióticas que necesitan para alimentarse, asegurando su supervivencia desde el inicio de su vida.
Comprender cómo se produce este traspaso de microbios puede aportar pistas útiles sobre la transmisión de microbiomas en otros animales, e incluso en humanos, donde el contacto con bacterias vitales ocurre ya desde el nacimiento.
Este descubrimiento destaca cómo la diversidad de adaptaciones en los ecosistemas marinos profundos continúa sorprendiéndonos, revelando estrategias evolutivas asombrosas que permiten a la vida prosperar en condiciones extremas y en entornos hasta ahora poco explorados.