- Principales especies marinas en riesgo en España y a nivel global, con rasgos y distribución.
- Amenazas clave: sobrepesca, contaminación, cambio climático y destrucción del hábitat.
- Soluciones efectivas: áreas marinas protegidas, pesca responsable y reducción de plásticos.

Los mares están viviendo tiempos complicados y no es un secreto: mientras disfrutamos de sus playas y riqueza, numerosas especies marinas atraviesan una situación límite por la presión humana y la degradación de sus hábitats. En España y en todo el mundo, desde grandes cetáceos hasta pequeños invertebrados como las estrellas de mar, el declive es real y acelerado.
Más allá de los famosos casos terrestres como el lince ibérico o el oso pardo, nuestro patrimonio marino también está en jaque. En un país con más de 10.000 especies marinas registradas, sorprende que varias de ellas estén catalogadas como amenazadas o en peligro, y que su distribución se fragmente año tras año por causas que podemos evitar.
La situación actual de la vida marina en el planeta
Los océanos cubren más del 70% del planeta y sustentan procesos esenciales como la regulación climática, la producción de oxígeno y la provisión de alimento; aun así, la actividad humana y el cambio climático han colocado a la vida marina contra las cuerdas. La pérdida de una sola especie impacta en cadena a todo el ecosistema por la estrecha interdependencia entre depredadores, presas y hábitats.
La presión no proviene de una única fuente. Sobrepesca, contaminación, destrucción de hábitats y ruido submarino actúan como un cóctel de amenazas sin precedentes. A esto se suma el calentamiento y la acidificación del mar, que alteran corrientes, distribución de especies y el estado de ecosistemas sensibles como los arrecifes.
En este contexto, las colisiones con embarcaciones, el enredo en artes de pesca y la captura incidental siguen diezmando poblaciones de cetáceos y tortugas, mientras que corales y moluscos sufren los efectos del incremento térmico y el cambio químico del océano.
El problema, lejos de ser solo ambiental, es también social y económico: millones de personas dependen directamente del mar para su sustento, por lo que proteger su biodiversidad es una obligación y una estrategia de supervivencia a largo plazo.

Especies marinas en peligro en España
España, con costas atlánticas, cantábricas y mediterráneas, alberga una gran diversidad, como ejemplo el Golfo de Cádiz, santuario para el pez guitarra. Sin embargo, varias especies emblemáticas muestran signos claros de declive por causas acumuladas y persistentes.
Foca monje (Monachus monachus)
Antaño distribuida por gran parte del Mediterráneo, el Atlántico noroccidental y algunas islas de África, su presencia hoy se concentra en núcleos aislados del Mediterráneo oriental, Argelia y Marruecos, además de Cabo Blanco (Mauritania–Sáhara Occidental) y Madeira. Es un fócido robusto, de cuerpo fusiforme y cabeza redondeada con hocico patente.
Los adultos rondan entre 2 y 2,8 m de longitud y 240–300 kg, con crías de 88–103 cm y 15–26 kg; las hembras suelen ser algo menores. El pelaje es gris a marrón por el dorso y más claro en el vientre, con extremidades cortas provistas de uñas en los cinco dedos y una cola ancha y corta. La fragmentación de su distribución refleja décadas de amenazas humanas.
Tortuga boba (Caretta caretta)
De tamaño medio, puede alcanzar un caparazón recto de hasta 120 cm y cerca de 200 kg. Se distingue por una cabeza grande con pico potente y cuello robusto. La coloración dorsal es parda con matices rojizos o anaranjados, y el vientre blanquecino con tonos amarillos pálidos.
Presenta dos pares de escamas prefrontales y un patrón de escudos muy característico: 5 vertebrales, 5 costales, 11–13 marginales por lado y 2 supracaudales. La escama nucal contacta con las dos primeras costales, rasgo que ayuda a diferenciarla de la tortuga verde y la carey (si bien son frecuentes variaciones asimétricas). Las aletas anteriores y posteriores (en forma de timón) tienen dos uñas; los machos poseen cola más larga y robusta, superando a menudo los 30 cm.
En aguas españolas es la tortuga marina más habitual; además sufre problemas como la exportación ilegal de tortugas marinas. Juveniles de hasta 70 cm son frecuentes en áreas de alimentación como el mar de Alborán, entorno balear y Canarias; su presencia es menor en el Atlántico y el Cantábrico.
Delfín mular (Tursiops truncatus)
De cuerpo relativamente macizo, muestra un pico bien diferenciado del melón y una aleta dorsal alta y curvada, situada en la zona media del cuerpo. Posee cerca de un centenar de dientes en cada mandíbula.
Su talla varía de 1,9 a 3,8 m y 150–650 kg, con recién nacidos de alrededor de 1 m. Existen formas más pequeñas cercanas a la costa y variedades mayores en zonas alejadas. El patrón cromático va del gris más oscuro dorsal al gris claro y, ventralmente, a tonos blancos o rosados, con variaciones regionales.
Tortuga carey (Eretmochelys imbricata)
Una tortuga de mediano tamaño con caparazón alargado, escudos imbricados y borde aserrado. En neonatos, la imbricación no es tan evidente en caparazones de unos 15 cm. Suele presentar 5 escudos vertebrales, 4 pares laterales, más de 10 pares marginales y dos supracaudales muy duros.
Colores amarillos claros y blancos con manchas negruzcas son habituales. Las hembras adultas alcanzan 60–90 cm de caparazón recto y los machos 71–85 cm. La cabeza se alarga con la edad y puede ser casi el doble de larga que ancha. Es la más tropical de las tortugas marinas: utiliza playas, mar abierto, aguas costeras y arrecifes en fases diferentes de su ciclo de vida en el Atlántico, el Índico y el Pacífico.
Marsopa común (Phocoena phocoena)
El cetáceo más pequeño del Atlántico Norte (130–180 cm; 25–90 kg), con cabeza roma sin pico definido. Las aletas pectorales son de extremo redondeado y la dorsal, baja y triangular, se ubica en la mitad del cuerpo.
En algunos individuos se observan tubérculos epidérmicos en el borde anterior de la aleta dorsal, un rasgo único entre cetáceos. Su color dorsal es negro acastañado, con flancos cenizos que se difuminan a blanco centralmente; las aletas pectorales son negras y una línea oscura conecta con la zona inferior de la boca. Habita preferentemente la plataforma continental, con incursiones a diferentes profundidades.
Lapa ferrugínea (Patella ferruginea)
Lapa mediterránea muy conspicua por su tamaño y por las marcadas costillas radiales (30–50) gruesas y elevadas. Normalmente mide 7–8 cm, aunque puede superar 10 cm. La concha, muy sólida y a menudo erosionada, suele estar recubierta por algas y cirrípedos.
El perfil es variable: en zonas altas y poco batidas tiende a ser más cónico. El color externo va de ferruginoso a crema (con anillos concéntricos irregulares más oscuros en jóvenes), y el interior es blanco marmóreo con impresión muscular oscura y borde interno pardo. Vive en el mediolitoral superior, casi siempre por encima del nivel del mar, alimentándose de una película microbiana de diatomeas, cianobacterias y propágulos de otras algas.
Rorcual común (Balaenoptera physalus)
Misticeto alargado e hidrodinámico con aleta dorsal en el tercio posterior del cuerpo y aleta caudal de extremos afilados, con reborde gris. Las hembras alcanzan hasta ~19 m (media ~18 m) y el peso puede llegar a 90 t.
El dorso y los costados son gris oscuro y el vientre blanco. Sus barbas presentan de 260 a 480 láminas por lado, casi negras salvo las delanteras del lado derecho, que son blancas. Destaca la asimetría de la mandíbula inferior (generalmente más oscura a la izquierda), la mancha blanca supramandibular y la marca en V entre los espiráculos. Es pelágico y se observa en aguas templadas y polares; en el Mediterráneo es relativamente común pero con distribución irregular condicionada por la abundancia de presas.
Animales marinos en riesgo a nivel global
A escala mundial la lista crece. Entre los más amenazados figuran cetáceos, tortugas, tiburones, rayas, peces comerciales, invertebrados y aves marinas. Algunos, como la vaquita marina, rozan el colapso poblacional; otros sufren especialmente por la sobrepesca o el comercio.
- Vaquita marina
- Ballena azul
- Delfín de Héctor
- Delfín del río Irawadi
- Nutria marina
- Raya águila de cabeza larga
- Manta gigante
- Tiburón martillo
- Tiburón ballena
- Tortuga lora
- Tortuga boba
- Tortuga laúd
- Tiburón raya
- Pulpo paraguas
- Pez de sierras estrechas
- Atún rojo del Atlántico
- Pez Napoleón
- Sargo cabezón
- Pez luna
- Cornuda planeadora
- Puffadder shyshark
- Tiburón mudo
- Anguila europea
- Anguila japonesa
- Caballito de mar listado
- Caballito de mar espinoso
- Pepino de mar japonés
- Pepino de mar común
- Caracol cono venenoso
- Manatí del Caribe
- Dugongo
- Foca monje del Mediterráneo
- Albatros viajero
- Frailecillo atlántico
- Corales
En este grupo se incluyen además poblaciones como los delfines de cabeza blanca de Nueva Zelanda, extremadamente escasos, y stocks clave de túnidos: el atún rojo (muy valorado gastronómicamente) ha sufrido por la sobreexplotación. Igualmente, tiburones en peligro de extinción, tan distintos como el blanco, el cebra y el ballena padecen una intensa presión pesquera.
La ballena azul, el mayor animal del planeta, apenas mantiene pequeños contingentes en ciertos enclaves del Pacífico oriental. La ballena gris, por su parte, desapareció del Atlántico Norte y del Pacífico occidental. Entre las sirenias, el manatí del Caribe cuenta con menos de 3.000 ejemplares en algunas áreas, golpeado por colisiones con embarcaciones, degradación del hábitat y contaminación de sus algas de alimento; estudios como el récord migratorio de ballenas jorobadas aportan datos valiosos para la conservación.
Amenazas principales que explican el declive
La sobrepesca y el uso de artes destructivas (como el arrastre de fondo) agotan poblaciones y arrasan hábitats esenciales del bentos. La captura incidental atrapa a tortugas, delfines y aves marinas que nunca fueron objetivo de la pesquería.
La contaminación es omnipresente: cada año más de 8 millones de toneladas de plástico llegan al océano, enredando a tortugas o siendo ingerido por fauna que lo confunde con alimento. A esto se suman vertidos químicos desde tierra y derrames de petróleo con efectos persistentes.
El cambio climático actúa por partida doble: el calentamiento del agua provoca blanqueamiento masivo de corales y altera corrientes y distribución de especies, mientras que la acidificación (por mayor CO2 disuelto) dificulta a moluscos, corales y otros organismos formar conchas y esqueletos de carbonato cálcico.
La destrucción y fragmentación del hábitat por urbanización costera, desarrollos industriales y acuicultura intensiva merman praderas marinas, manglares y arrecifes, que son refugio y zonas de cría. El ruido submarino de barcos y prospecciones sísmicas interfiere en la comunicación, orientación y comportamiento de mamíferos marinos sensibles al sonido.
Conservación: qué funciona y cómo mejorar
Las áreas marinas protegidas bien diseñadas permiten la recuperación de poblaciones y hábitats clave, especialmente cuando se conectan entre sí y se gestionan con vigilancia efectiva. Complementarlas con vedas y cupos ajustados a la ciencia es vital.
La lucha contra la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (INDNR) exige control, trazabilidad y sanciones disuasorias. Reducir el uso de artes con alta captura incidental y fomentar tecnologías selectivas disminuye la mortalidad colateral.
Contra la contaminación plástica, la prioridad es eliminar los desechables de un solo uso y mejorar la gestión de residuos. A escala climática, acelerar las energías renovables y la eficiencia energética es la vía maestra para bajar emisiones y estabilizar los océanos.
La ciencia y el seguimiento de poblaciones, sumados a la educación y la sensibilización, crean ciudadanía informada y políticas públicas más ambiciosas. El 8 de junio, Día Mundial de los Océanos, recuerda la necesidad de ampliar Reservas Marinas, frenar la pesca destructiva y reducir la contaminación.
Criterios de amenaza y categorías
Para clasificar el estado de conservación se emplean criterios cuantitativos. Por ejemplo, si una población cae en torno al 50% en un periodo de 10 años (o tres generaciones, según el caso) puede considerarse “En Peligro”, de acuerdo con estándares de referencia utilizados por organizaciones como WWF y listados de conservación.
Estas métricas, junto con el tamaño poblacional, la tendencia, el área de distribución y las presiones detectadas, permiten priorizar acciones y recursos, diferenciar entre “Vulnerable”, “En Peligro” y “En Peligro Crítico”, y evaluar el impacto de las medidas de gestión.
Buceo responsable: una oportunidad para proteger
La comunidad del buceo tiene una ventaja: conoce los fondos marinos de primera mano. Los centros de buceo comprometidos promueven inmersiones de bajo impacto, recogen datos para ciencia ciudadana sobre especies de caballitos de mar y forman a sus clientes en buenas prácticas (flotabilidad, no tocar, no alimentar, no colectar).
Iniciativas del sector, como las promovidas por redes de centros al estilo de Scuba Finders, subrayan que el buceo no es solo ocio: es una herramienta para la conservación. Si te apetece bucear, hazlo con operadores que respeten la normativa local, apoyen áreas protegidas y ofrezcan programas de sensibilización; cada reserva responsable impulsa la protección del océano.
Uso de cookies y navegación en portales oficiales: una nota útil
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Gestionar bien las amenazas sobre los océanos, desplegar áreas marinas protegidas eficaces, pescar de manera sostenible, reducir plásticos y frenar el calentamiento global es un desafío enorme, pero alcanzable; de nuestra capacidad para cambiar hábitos, apoyar políticas ambiciosas y elegir opciones responsables (incluso al bucear) depende que vaquitas, tortugas, tiburones, corales y tantas otras especies sigan formando parte de un mar vivo.
