Lenguaje corporal de los gorilas: señales que lo dicen todo

Última actualización: 4 noviembre 2025
  • Los gorilas combinan gestos, olores y más de 25 vocalizaciones para comunicarse en bosques densos.
  • El golpe en el pecho es una señal honesta: los machos grandes producen frecuencias más bajas.
  • Variaciones en duración y número de golpes pueden identificar individuos y evitar conflictos.
  • Comprender estas señales mejora el manejo, el bienestar y la conservación de los gorilas.

Lenguaje corporal de los gorilas

El lenguaje corporal de los gorilas es un universo fascinante donde gestos, miradas, olores y sonidos se combinan para mantener la cohesión del grupo, resolver conflictos y, por supuesto, cortejar. En plena selva, donde la visibilidad a menudo es escasa, estos grandes simios han desarrollado un repertorio comunicativo riquísimo que hoy conocemos cada vez mejor gracias a estudios de campo recientes y a décadas de observación.

Además de su conocida inteligencia, los gorilas exprimen al máximo sus recursos sensoriales: emiten más de dos docenas de vocalizaciones, utilizan el contacto físico para calmar o crear vínculos, recurren a señales químicas para reconocerse y muestran expresiones faciales que hablan por sí solas. También hay conductas icónicas, como los golpes en el pecho, que pueden oírse a larga distancia y que encierran más información de la que se creía.

Gorilas: rasgos físicos y forma de vida

Antes de sumergirnos en la comunicación, conviene recapitular quiénes son estos animales. Los gorilas pertenecen al género Gorilla y habitan bosques del centro de África; son, de hecho, los primates más grandes que existen en la actualidad.

  • Los machos adultos pueden alcanzar alrededor de 200 kg y unos 1,80 m de altura; las hembras suelen pesar aproximadamente la mitad.
  • Tienen brazos más largos que las piernas y, al desplazarse por el suelo, apoyan los nudillos de las manos.
  • Presentan pulgares oponibles, lo que facilita el manejo de objetos y el uso de herramientas.
  • Su rostro destaca por una mandíbula prominente, más desarrollada que el maxilar superior.
  • La piel y el pelo son oscuros (negro, gris o marrón); los machos adultos lucen el característico dorso plateado.
  • Carecen de pelo en el pecho, dedos, palmas y plantas, así como en torno a la nariz, los labios y las orejas.
  • No tienen cola.
  • Su esperanza de vida oscila entre 35 y 40 años.
  • Su alimentación se basa principalmente en plantas, hojas, frutos y hierbas, con ingesta ocasional de insectos.

Especies y subespecies

En términos taxonómicos, existen dos especies de gorila, cada una con dos subespecies. Esta clasificación ayuda a comprender diferencias ecológicas y de comportamiento que, en ocasiones, influyen en su repertorio de comunicación.

  • Gorila occidental (Gorilla gorilla):
    • Gorila occidental de las tierras bajas (G. g. gorilla).
    • Gorila del río Cross (G. g. diehli).
  • Gorila oriental (Gorilla beringei):
    • Gorila de montaña (G. b. beringei).
    • Gorila oriental de las tierras bajas (G. b. graueri).

Cómo se comunican: un sistema mixto y muy flexible

La comunicación de los gorilas combina señales vocales y no vocales que se usan de manera flexible, a menudo en conjunto, para transmitir mensajes claros a corta y larga distancia. Aunque la ciencia avanza, sigue habiendo muchas preguntas por responder, lo que da idea de lo complejo que es el comportamiento de estos animales.

Vocalizaciones: el inventario sonoro

Los investigadores han identificado en torno a 25 tipos de sonidos diferentes. No constituyen un “lenguaje” en el sentido humano, pero sí un sistema expresivo con matices, e incluso hay hipótesis sobre posibles variaciones locales, a modo de “dialectos”.

Entre las vocalizaciones registradas se encuentran llamadas de alarma, gruñidos, gorjeos, aullidos, rugidos, chillidos y sonidos que recuerdan a los de un búho. Este abanico de señales auditivas sirve para coordinar movimientos, advertir peligros, reclamar atención o indicar estados emocionales.

Tacto y vínculo social

El contacto físico, aunque menos frecuente que en otros primates, también tiene peso en la vida social de los gorilas. Las caricias a las crías y los toques afectuosos entre familiares refuerzan el apego y la calma. Se han descrito gestos específicos hacia los más pequeños, como rozar suavemente o sujetar con delicadeza la mandíbula, conductas que transmiten seguridad y cuidado.

Olor y señales químicas

Las emisiones químicas desempeñan un papel clave. A través de feromonas y olores, los gorilas pueden inferir identidad, edad y sexo de otros individuos. Los machos de dorso plateado llegan a marcar el territorio con su olor, una forma de comunicación útil para disuadir intrusos y ordenar el espacio social del grupo.

Vista, miradas y expresiones faciales

Con una buena capacidad visual, los gorilas utilizan la mirada para comunicar estados internos: una mirada fija y tensa puede anticipar agresividad. También recurren a expresiones faciales ricas en matices; por ejemplo, cuando sienten miedo abren la boca y muestran los colmillos. Este repertorio gestual aporta información instantánea, fácil de decodificar por los miembros del grupo.

Golpes en el pecho: la señal icónica y lo que realmente comunica

Si hay una conducta que cualquiera asocia con los gorilas, es el repiqueteo rítmico en el torso. Los machos adultos, conocidos como espalda plateada, ejecutan esta demostración levantando el cuerpo y golpeándose con las manos ahuecadas, produciendo un sonido que, en bosques densos, puede escucharse a más de un kilómetro.

Aunque durante mucho tiempo se asumió que esta conducta equivalía a una exhibición de poder, la investigación moderna ha afinado el significado. Para las hembras, el golpeo del pecho puede servir para evaluar candidatos reproductivos, y para los machos rivales, funciona como advertencia: “mejor no te metas conmigo”. En contextos de tensión entre grupos, la frecuencia de estos golpes se incrementa notablemente.

La literatura científica ha demostrado que se trata de una señal honesta del tamaño corporal. Los machos más grandes emiten golpes con frecuencias más bajas (sonidos más graves), un patrón que no puede fingirse. La explicación anatómica apunta a los sacos de aire cercanos a la laringe —presentes en gorilas y otros grandes simios—, que influirían en el timbre final del sonido.

Un estudio de referencia, publicado en Scientific Reports, analizó golpes de pecho de gorilas de montaña monitorizados por la Dian Fossey Gorilla Fund en el Parque Nacional de los Volcanes (Ruanda). A partir de técnicas fotogramétricas para medir el ancho de espalda (la distancia entre omóplatos), los investigadores confirmaron que los individuos de mayor tamaño generaban frecuencias más bajas al golpear el pecho.

Los datos, recogidos entre 2014 y 2016, incluyeron 36 secuencias de golpeo analizadas en detalle. Además del tono, se observaron diferencias en la duración y el número de golpes entre individuos, rasgos que no dependen del tamaño y que, potencialmente, permitirían reconocer a cada macho por su patrón particular.

Más allá del laboratorio, reportajes de divulgación científica han subrayado que en la sociedad de los gorilas el tamaño corporal predice el rango, la capacidad de lucha y el éxito reproductivo. En ese contexto, la señal acústica del golpeo funciona como un atajo informativo: transmite, sin contacto físico, si un enfrentamiento merece la pena o si conviene evitarlo.

El “ritual” suele formar parte de una secuencia mayor: el macho puede emitir vocalizaciones cortas, erguirse, moverse con brío e, inmediatamente, golpear el pecho de forma rítmica. No es algo que ocurra cada pocos minutos sin motivo; de hecho, se ha estimado que, de media, un macho puede hacerlo una vez cada veinte horas de observación en contextos normales, aunque la frecuencia aumenta cuando hay competencia o una hembra en estro.

Importa recalcar que se trata de una señal no vocal, es decir, no estamos ante una “palabra” sino ante un componente del repertorio gestual-acústico que se percibe por el oído y por la vista. Esta característica la hace especialmente útil en los bosques tropicales, donde el follaje espeso reduce la comunicación visual directa, pero el sonido viaja con eficacia.

La conclusión práctica es clara: con cada secuencia de golpeo, un macho informa de su tamaño y condición a potenciales rivales y posibles parejas. Y, al mismo tiempo, ofrece un identificador individual que el resto del grupo podría aprender a reconocer, facilitando la gestión de conflictos y la elección de pareja sin necesidad de enfrentamientos costosos.

Vínculos sociales y estructura de los grupos

Los grupos de gorilas suelen estar liderados por un macho adulto y cuentan con varias hembras y sus crías. Las hembras pueden cambiar de grupo a lo largo de su vida, y los machos compiten por atraerlas. En este entramado social, las señales corporales ayudan a mantener la estabilidad: una mirada a tiempo, un golpe en el pecho o un gesto de calma evitan disputas innecesarias.

Las crías aprenden observando y practicando. No es raro ver a jóvenes machos ensayar el golpeo desde edades tempranas, puliendo una habilidad que, en la adultez, tendrá valor comunicativo y social crucial. La experiencia, sumada al contexto, moldea cuándo y cómo utilizar cada señal.

Inteligencia, lateralización y lenguaje: del gesto a los signos

La inteligencia de los gorilas queda patente en su capacidad de entender y producir señales complejas. Un caso emblemático es Koko, la gorila que aprendió más de mil signos basados en la lengua de señas americana, un logro fruto del adiestramiento dirigido por la psicóloga Francine Patterson y colaboradores de la Universidad de Stanford. Aquella experiencia mostró hasta qué punto un gorila puede conectar conceptos con símbolos manuales en un entorno humano.

Más allá de Koko, hay pruebas de que el cerebro de los gorilas comparte con el nuestro una organización funcional en la que el hemisferio izquierdo juega un papel clave en el control de gestos y del lenguaje (verbal y no verbal). Observaciones en individuos como “Fou fou”, un gorila estudiado en Port Lympne (Kent), sugieren una correspondencia notable entre gestualidad y lateralización, acercando puentes entre la evolución de la comunicación en simios y humanos.

Qué dicen las voces expertas y los estudios de referencia

Divulgadores y corresponsales científicos han enfatizado que, en bosques tropicales densos, los golpes de pecho son un medio de comunicación poderoso porque su alcance supera con creces la distancia a la que es posible verse. Además, se ha destacado su valor informativo: tamaño corporal, identidad individual y estado motivacional pueden viajar “codificados” en una secuencia de golpes.

El estudio de campo realizado en Ruanda —protagonizado por una veintena larga de machos adultos monitorizados durante varios años— ha sido clave para pasar de la intuición a la evidencia cuantitativa. Midiendo con precisión el ancho de espalda mediante fotografías y analizando las frecuencias de audio de decenas de secuencias, se pudo demostrar la relación entre tamaño y frecuencia de los golpes.

Esa relación, por cierto, no es un capricho: se alinea con lo que se observa en otras especies donde el tamaño corporal determina el éxito competitivo. Y no sólo con vocalizaciones (ciervos, bisontes, pandas o caimanes también ejemplifican esta regla), sino con señales acústicas no vocales, como ocurre en chimpancés que tamborilean en los contrafuertes de los árboles para crear sonidos que resuenan en la selva.

Un detalle importante es que las diferencias en el patrón temporal (duración y número de golpes) parecen aportar un sello personal, independiente del tamaño. Esto abre la puerta a investigar si los gorilas reconocen a sus vecinos por el “estilo” del golpeo, una línea de trabajo que puede ayudar a desentrañar cómo gestionan la identidad individual a larga distancia.

El papel de los sentidos en la vida diaria

En la práctica, la comunicación gorila no se entiende sin su entorno. En un ambiente con vegetación cerrada, el olfato y el oído ganan protagonismo. Las feromonas y el olor corporal funcionan como tarjetas de visita que vigilan límites territoriales y avisan de quién anda cerca. Los sonidos —desde el gorjeo suave hasta el rugido— sirven para coordinar desplazamientos, tranquilizar a las crías o señalar amenazas.

La vista complementa el panorama: expresiones y posturas cuentan historias. La postura erguida sumada a una mirada intensa es un mensaje inequívoco de advertencia. En cambio, gestos suaves, relajados, y el contacto físico puntual cultivan la armonía del grupo y calman tensiones.

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Aplicaciones de la comunicación en conservación y manejo

Comprender el repertorio comunicativo de los gorilas no es sólo una curiosidad científica: tiene impacto práctico. Saber interpretar señales de estrés o de calma, detectar cuándo un grupo se tensa o cuándo un macho intenta evitar un conflicto, ayuda a equipos de manejo y conservación a intervenir de forma más sensible y eficaz.

En entornos de conservación, por ejemplo, reconocer que un golpe de pecho con tono grave y decidido puede estar “avisando” a otros machos evita malentendidos que deriven en interacciones riesgosas en espacios compartidos con humanos. Y, al revés, identificar vocalizaciones suaves o conductas afiliativas orienta protocolos de enriquecimiento ambiental y bienestar.

Un sistema comunicativo que evoluciona con el contexto

Como todo sistema biológico, la comunicación de los gorilas es plástica y depende del contexto. Factores como la densidad del bosque, la estructura del grupo, la presencia de hembras en celo o la cercanía de grupos rivales modulán la intensidad, el tipo y la frecuencia de las señales. Esta flexibilidad explica por qué, aun con una base común, encontramos variaciones entre poblaciones y subespecies.

Los futuros estudios comparativos —entre regiones y subespecies— permitirán afinar qué parte del repertorio es universal y cuál responde a presiones ecológicas locales. Dado que la relación entre tamaño corporal y propiedades acústicas ya se ha probado en gorilas de montaña, ampliar el foco a otros grupos ayudará a trazar el mapa completo.

Los gorilas nos recuerdan que comunicar no es sólo hablar: es mirar, oler, tocar y escuchar. Desde sus golpes en el pecho que retumban en la selva hasta el murmullo que calma a una cría, todo en su conducta cuenta algo. Y cuanto más aprendemos a leer ese “idioma”, mejor preparados estamos para protegerlos y convivir con ellos en un mundo que también es el suyo.

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