Medidas preventivas y claves de coexistencia con el lobo

Última actualización: 18 octubre 2025
  • La prevención en explotaciones (mastines, cercados, manejo) reduce daños y requiere apoyo público estable.
  • La protección legal y la estrategia nacional deben sustituir controles letales por gestión basada en ciencia.
  • Censos rigurosos, conectividad y planes ZEC medibles aseguran la viabilidad a largo plazo del lobo.

Medidas preventivas para la coexistencia con el lobo

Convivir con el lobo es posible y, de hecho, más que deseable cuando se combinan medidas preventivas eficaces, apoyo público y una gestión basada en conocimiento científico. En las últimas décadas, administraciones, organizaciones ecologistas y el sector ganadero han identificado herramientas concretas para reducir los daños al ganado y garantizar la conservación del gran depredador ibérico.

En España se ha producido un cambio de paradigma: en lugar de centrar la gestión en la eliminación de ejemplares, el foco se ha desplazado hacia la prevención, la compensación justa y la educación. Este enfoque se apoya en evidencias que demuestran que reforzar la protección del ganado, acompañado de ayudas y asesoramiento técnico, reduce la conflictividad y permite que el lobo cumpla su papel ecológico en paisajes más sanos y resilientes.

Por qué importa conservar al lobo y cómo influye en el ecosistema

El lobo es un depredador apical y, como tal, carece de enemigos naturales, de modo que regula sus poblaciones a través de mecanismos biológicos y ecológicos intrínsecos. Su presencia activa procesos en cascada en los ecosistemas: desde cambios en la distribución de ungulados hasta efectos sobre otros carnívoros, un fenómeno que incluye el conocido efecto miedo, por el que ciervos, corzos o jabalíes se dispersan y reducen el sobrepastoreo en áreas concretas, con impactos positivos para cultivos y para la salud del ganado doméstico.

Más allá de los números, la especie posee un valor cultural y científico incuestionable. Así lo subrayó el Comité Científico que recomendó su inclusión en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (LESRPE), un paso que reconoce su importancia y que exige adaptar las normas de gestión existentes a este nuevo marco de protección.

La ecoetología del lobo –sus pautas sociales, comportamiento ante estímulos y estrategias de caza– ayuda a entender por qué ciertas prácticas ganaderas funcionan mejor que otras para minimizar los ataques. Conocer a fondo a la especie y su dinámica social permite anticiparse y aplicar medidas que, bien combinadas, pueden reducir los daños de forma muy significativa, incluso hasta niveles cercanos al cero en explotaciones que ajustan su manejo.

Medidas preventivas en explotaciones: el núcleo de la coexistencia

La prevención de daños es la herramienta más eficaz para compatibilizar la ganadería extensiva con la presencia de lobo. Ecologistas en Acción, a través de la campaña Vivir con lobos y con la colaboración de alrededor de 50 ganaderas y ganaderos, reclama un paquete de siete medidas urgentes que las administraciones deben activar para facilitar esa coexistencia. Estas líneas de actuación han demostrado su utilidad cuando se acompañan de formación, seguimiento y financiación pública estable.

Primero, es esencial habilitar ayudas a los costes de manejo adaptado a la presencia de lobo. Hablamos de apoyar cercados nocturnos, compra e instalación de pastores eléctricos, contratación de personal adicional en periodos críticos y adquisición de equipos de vigilancia. Estos apoyos deben diseñarse con criterios prácticos, con ejemplos y guías claras para que los profesionales del campo puedan aplicar soluciones realistas según su tipo de explotación.

Segundo, urge reconocer legalmente a los mastines como animales de trabajo. Esta figura jurídica específica facilita su uso, el acceso a seguros, la movilidad y el cumplimiento normativo, y subraya su papel como medida de disuasión primaria. Perros de guarda bien entrenados, integrados en el rebaño y con manejo adecuado, son una barrera muy efectiva cuando se combinan con otras medidas de protección básica.

Tercero, las indemnizaciones deben ser justas, ágiles y vinculadas a la adopción de medidas preventivas. Condicionar la compensación a la aplicación de buenas prácticas tiene doble beneficio: evita daños futuros y asegura que los fondos públicos premien a quienes protegen sus explotaciones. La clave está en que el pago llegue a tiempo y cubra no solo el valor del animal perdido, sino también costes indirectos y de tiempo de gestión.

Cuarto, conviene priorizar la prevención en territorios de reciente presencia o expansión del lobo. Anticiparse es más barato y eficaz que reaccionar tras los ataques: reforzar el manejo al principio reduce el aprendizaje del predador sobre el ganado y consolida hábitos de rebaños y pastores que evitan situaciones de riesgo, especialmente en zonas con orografía complicada o con elevadas cargas de ungulados silvestres.

Quinto, apoyar canales cortos de comercialización en ganadería extensiva es una palanca económica para sostener explotaciones que invierten en prevención. Vincular el valor añadido del producto a prácticas compatibles con la conservación –y comunicarlo bien– genera retornos, fideliza consumidores y hace viable mantener medidas que requieren inversión inicial y constancia operativa.

Sexto, desarrollar una Ley de Ganadería Extensiva que reconozca las particularidades de pequeñas explotaciones y su manejo sostenible. Este paraguas normativo debe contemplar la convivencia con grandes carnívoros, clarificar responsabilidades, simplificar trámites y asegurar que la prevención y la compensación se gestionen con equidad, transparencia y criterios técnicos homogeneizados.

Séptimo, fomentar el conocimiento social y la empatía con la ganadería extensiva es imprescindible. Informar sobre el papel del sector en el territorio y sobre cómo la coexistencia se construye con prevención y apoyo público reduce la tensión social y evita que el lobo sea el chivo expiatorio de problemas estructurales del medio rural que requieren otras respuestas políticas.

Marco legal y gestión: del LESRPE a la adaptación de planes autonómicos

La inclusión del lobo en el LESRPE en España supone que pasa a estar protegido en todo el territorio. Esto implica, entre otros efectos, que deja de ser especie cinegética y que las administraciones autonómicas y provinciales deben adaptar sus instrumentos de gestión a la nueva situación legal. Los planes de gestión anteriores a esta protección han de revisarse y alinearse con la normativa estatal.

Organizaciones como ASCEL, Ecologistas en Acción, Lobo Marley y WWF han propuesto, además, evaluar el estado de conservación al norte del Duero para valorar la categoría adecuada en el Catálogo Español de Especies Amenazadas y, al sur del Duero, su inclusión como En Peligro de Extinción. Esta mirada diferenciada atiende a realidades poblacionales distintas y a la necesidad de garantizar la conectividad genética entre subpoblaciones ibéricas.

De forma coherente con ese estatus, piden parar de inmediato los controles letales de población. Hay amplia evidencia de que eliminar ejemplares de manera indiscriminada desestructura grupos familiares, puede alterar comportamientos y, como efecto indeseado, incluso incrementar la depredación sobre ganado cuando no se acompaña de prevención. Gestionar desde la ciencia y no desde la presión coyuntural es más eficaz y socialmente sostenible.

Censo, estrategia nacional y conservación a escala peninsular

Para planificar bien hay que medir bien. Un censo peninsular, coordinado con Portugal, realizado con metodología independiente y supervisión experta, es indispensable para conocer la situación real de la especie. No basta con una foto fija; hay que incorporar conectividad, tendencias y variabilidad genética para asegurar la viabilidad a largo plazo de unas poblaciones que, en el pasado siglo, rozaron la extinción por persecución humana.

Con esa información, se demanda una nueva Estrategia Nacional de Conservación que marque el rumbo para los planes autonómicos de recuperación o conservación. Este marco debería priorizar la reducción de la mortalidad no natural, la creación de corredores ecológicos, pasos de fauna y la revisión de vallados cinegéticos o ganaderos que bloquean movimientos, así como reforzar las medidas de coexistencia con la ganadería extensiva y la integración con la gestión de fincas cinegéticas.

En clave europea, recientemente el Comité Permanente del Convenio de Berna apoyó rebajar la protección internacional del lobo de apéndice II a III. Aunque este cambio no modifica la situación en España, distintos comités científicos han advertido que la decisión carece de base técnica sólida y no resuelve los conflictos del campo. Los datos apuntan a incrementos poblacionales solo marginales en Europa, lejos de los niveles históricos, y a que la gestión más eficaz para reducir daños al ganado es la prevención.

Prevención y compensación: inversión pública y resultados medibles

El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) ha movilizado 20 millones de euros anuales para apoyar medidas preventivas e indemnizaciones. El objetivo es doble: proteger el ganado y sostener la convivencia. Estos fondos deben traducirse en pagos ágiles y en programas que cubran, además del valor del animal, costes indirectos de manejo, inversión en equipos y asesoramiento técnico sobre el terreno.

El caso de la Comunidad de Madrid ilustra el efecto de la prevención: tras un máximo de 318 incidentes atribuibles a lobos y perros asilvestrados en 2018, la implantación de medidas disuasorias y de manejo ha reducido los ataques a una media de unos 175 anuales. Cuando se planifica y se acompaña a los ganaderos, las pérdidas bajan y el clima social mejora, mientras la especie mantiene su papel ecológico en un sistema más equilibrado. Este tipo de ataques en Madrid ejemplifican por qué la prevención focalizada funciona.

Conviene recordar, además, que la mayor parte de la dieta del lobo en la región está compuesta por presas silvestres. El seguimiento científico en Madrid estima alrededor del 82% de consumo de corzos y jabalíes, y un 18% de animales domésticos, cifra que incluye carroñas de ganado muerto por otras causas. Este dato rompe tópicos y enfatiza por qué la prevención focalizada en periodos y zonas de mayor riesgo funciona.

Caza, furtivismo y turismo de observación: riesgos y oportunidades

La intensificación de la actividad cinegética, especialmente en el sur peninsular con vallados generalizados y métodos no selectivos, ha sido un factor crítico en la desaparición del lobo de amplias zonas, incluso dentro de la Red Natura 2000. Revisar ese modelo, valorar al lobo como aliado en el control de densidades de ungulados y reducir los descastes artificiales favorece ecosistemas más sanos y reduce enfermedades y daños.

La persecución ilegal, con envenenamientos y disparos, continúa siendo la principal causa de mortalidad en muchos grandes carnívoros. Se requieren medidas más severas contra el furtivismo: investigación, vigilancia, sanciones ejemplares y campañas de sensibilización que dejen claro que destruir fauna protegida tiene consecuencias penales y ambientales que ninguna sociedad puede asumir como coste.

El turismo de observación del lobo es compatible con su conservación si se evalúa el impacto, se establecen normas claras y se delimita dónde, cuándo y cómo se realiza. Regular esta actividad evita molestias, reduce la habituación y minimiza riesgos de facilitar mortalidad legal o ilegal. Bien gestionada, genera ingresos locales y refuerza el vínculo entre conservación y economía rural.

Red Natura 2000, ZEC y planificación con objetivos medibles

Muchas Zonas de Especial Conservación con presencia de lobo carecen de objetivos específicos, medibles y ambiciosos para la especie. Actualizar sus planes de gestión con metas claras, medidas concretas y seguimiento es indispensable para asegurar el estado de conservación favorable. Incorporar conectividad, evitar barreras y monitorizar el éxito de las actuaciones prioritarias cierra el círculo entre planificación y resultados.

Otro eje de gestión útil es permitir el abandono controlado de carroñas de ganadería extensiva en el campo, conforme al RD 1632/2011. Esta práctica puede aportar recursos tróficos importantes si se mantiene su distribución aleatoria e impredecible, de modo que no genere dependencia y que también beneficie a otras especies carroñeras. Regularlo bien incorpora una pieza adicional al equilibrio trófico.

Coexistencia social: cultura ganadera, empatía y comunicación

Las soluciones duraderas no se logran solo con vallados o perros de guarda; requieren implicación social. Favorecer la empatía hacia la ganadería extensiva y el reconocimiento público del oficio, con sus horarios, costes y retos, reduce la crispación y abre espacio a los acuerdos. Programas de educación y divulgación sobre la importancia ecológica del lobo y sobre la eficacia de la prevención ayudan a desactivar mitos y miedos.

La coordinación interadministrativa también es clave. El Gobierno estatal debe facilitar que las comunidades autónomas compartan criterios y objetivos en busca de soluciones comunes. En un contexto de presión política sobre las políticas ambientales, mantener el rumbo de la coexistencia refuerza la credibilidad institucional y la seguridad jurídica para el sector y para la conservación de la fauna.

En este debate, no faltan movimientos para rebajar la protección. Se han visto propuestas como la de excluir al lobo de listados autonómicos de especies protegidas, sin base científica ni efecto práctico inmediato, pero que evidencian la necesidad de blindar decisiones en datos y de evitar giros que alimenten la confrontación en lugar de apoyar soluciones probadas.

Contexto europeo y datos de referencia

A nivel continental, algunas voces aseguran que hay demasiados lobos, pero siguen lejos de sus números históricos. En España, por ejemplo, los datos autonómicos apuntan a un estancamiento poblacional en la última década, y en Castilla y León el incremento de manadas ronda un 8% desde 2012-2013. En cualquier caso, 6 de 9 subpoblaciones europeas, incluida la ibérica, siguen consideradas amenazadas según criterios de la UICN, lo que exige prudencia y gestión adaptativa.

La expansión territorial del lobo es concebible si se reduce la mortalidad no natural y se mantiene baja densidad en grandes áreas. En ese escenario, el depredador recupera antiguos territorios y contribuye a restaurar biodiversidad, reduciendo daños por sobrepoblación de ungulados y mejorando la salud de ecosistemas, un bien público con efectos positivos sobre la agricultura y la ganadería a medio y largo plazo.

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El lobo ha sido, con frecuencia, el chivo expiatorio de problemas del medio rural que van más allá de su presencia. Es comprensible que la convivencia no sea siempre fácil, pero los datos muestran que la prevención funciona, que la compensación justa es posible y que el valor del lobo para la salud de los ecosistemas es tangible. Con reglas claras, apoyo técnico y social, y una gestión basada en ciencia, ganadería extensiva y lobo pueden compartir paisaje con menos conflictos y más beneficios para todos.

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