- Agentes medioambientales capturan un mapache en la ribera de un río gallego, en Lugo.
- Se reaviva la preocupación por la presencia de esta especie invasora tras más de una década sin avistamientos significativos.
- En 2012, fueron capturados 40 mapaches en la provincia, procedentes en su mayoría de escapes de zoológico.
- El mapache, voraz y adaptable, supone un riesgo sanitario y ecológico para las especies locales y el entorno.
Las redes sociales de Aprafoga, la Asociación Profesional de Axentes Forestais e Medioambientais de Galicia, se han hecho eco en los últimos días de una sorprendente escena: la captura de un mapache en la zona fluvial de un río en Lugo. La instantánea, difundida entre agentes del sector ambiental, ha encendido las alarmas en la comunidad, ya que este tipo de intervenciones no eran habituales desde hacía más de una década en Galicia.
La presencia de esta especie exótica generó gran preocupación hace años, especialmente en las áreas de mayor sensibilidad ecológica en el norte de la comunidad, por el peligro que supone para la fauna y flora autóctonas. El nuevo hallazgo plantea dudas sobre la erradicación total de este animal, que se consideraba superada tras las intensas labores de control desplegadas en el pasado.
Una especie detectada de nuevo tras años de ausencia
El mapache fue localizado durante tareas rutinarias de vigilancia llevadas a cabo por los agentes en varias zonas de Lugo. Resulta llamativo que este ejemplar haya sido encontrado precisamente en un distrito donde ya en el pasado se habían realizado esfuerzos significativos para eliminar su presencia. En 2012, el Servizo de Conservación da Natureza logró capturar alrededor de 40 mapaches en los municipios de Friol, Lugo, Outeiro de Rei y Rábade, lo que supuso un importante hito en la gestión medioambiental local.
Según las investigaciones, la mayor parte de estos animales llegaron a Galicia probablemente tras escapar del zoo de Marcelle, aunque nunca se descartó la posibilidad de procedencias distintas, dada su capacidad reproductora y su rápida dispersión. Las actuaciones de entonces, que incluyeron colocación de trampas y otros mecanismos de control, parecieron dar resultado al no detectarse más ejemplares en la zona durante años.
De acuerdo con las observaciones recientes, la aparición de este nuevo mapache abre varias hipótesis: podría tratarse de un ejemplar proveniente de otros territorios donde la especie aún sobrevive, o tal vez sea descendiente de aquellos que lograron evitar la captura hace años. También se valora si algún particular podría tener estos animales en propiedad, lo que dificultaría su rastreo y control.
Características y riesgos del mapache
El mapache (Procyon lotor) es conocido por su aspecto inconfundible: cuerpo robusto, pelaje denso, cola anillada y una huella de cinco dedos similar a una mano. Puede medir entre 62 centímetros y 1 metro, incluyendo una cola que alcanza los 40 centímetros, y es un animal de hábitos nocturnos con una gran capacidad de adaptación a diferentes ambientes.
Destacan por su habilidad para desenvolverse en entornos urbanos y rurales, lo que les permite encontrar alimento en zonas tan dispares como vertederos, huertos, zonas de ribera e incluso contenedores de basura. Esta versatilidad los convierte en una especie especialmente invasiva y difícil de controlar.
Peligros y amenazas para la biodiversidad gallega
El Ministerio de Transición Ecológica considera al mapache como especie invasora y subraya los peligros que representa para los ecosistemas donde se establece. Su introducción en España se remonta a hace unas dos décadas y media, pero en Galicia los avistamientos más relevantes databan de 2012 y 2013. Entre los factores de riesgo más preocupantes destaca su voracidad y capacidad para depredar nidos de aves autóctonas, así como la competencia directa con otros mamíferos presentes en la zona, como el zorro europeo y el tejón.
Además, el mapache puede actuar como vector de enfermedades y parásitos que suponen una amenaza tanto para la fauna salvaje como para animales domésticos. Su resiliencia y la ausencia de depredadores naturales en Galicia complican aún más su control.
Es fundamental mantener una vigilancia constante y promover la colaboración ciudadana para detectar rápidamente nuevos ejemplares y evitar que se establezcan poblaciones reproductoras que puedan poner en peligro el equilibrio del ecosistema gallego.