- Las medusas son cnidarios medusozoos con cuerpo gelatinoso, tentáculos urticantes y ciclo de vida con pólipo y medusa.
- Destacan por su eficiencia de nado, bioluminiscencia y, en cubomedusas, una visión compleja con 24 ojos.
- La peligrosidad varía mucho por especie; primeros auxilios: no frotar, vinagre/agua de mar, pinzas y calor local.
- Algunas se consumen tras salado y prensado; corrientes y salinidad explican sus arribazones en playas.
Si hay criaturas marinas que encarnen la elegancia y el misterio, esas son las medusas: animales gelatinosos, hipnóticos y asombrosamente antiguos que llevan poblando los océanos desde hace cientos de millones de años. Las verás como nubes transparentes o vibrantes cúpulas de color que flotan al ritmo de las corrientes, con tentáculos que parecen hilos de seda y, sin embargo, esconden una poderosa arma microscópica.
Aunque su fama entre bañistas no es precisamente amable, lo cierto es que estos invertebrados están entre los linajes animales más veteranos que existen: hay evidencias de que las medusas existen desde hace al menos 500 millones de años, quizá 700 o más. Ese éxito evolutivo se entiende mejor al descubrir su biología: cuerpos minimalistas, estrategias de reproducción versátiles y un ciclo de vida que alterna formas sésiles y de nado libre.
¿Qué son exactamente las medusas?
En biología, el término medusa se usa de forma morfológica y funcional: se refiere a la fase pelágica con forma de campana de muchos cnidarios. Dentro del filo Cnidaria, el subfilo Medusozoa agrupa a los linajes que presentan una etapa medusoide en su ciclo vital. Quedan fuera los Anthozoa (corales y anémonas), que carecen de fase medusa.
En el lenguaje común, se llama medusas a casi todo lo que flota con cuerpo gelatinoso y tentáculos, pero eso da pie a confusiones: no todas las “medusas” populares son verdaderas medusas (por ejemplo, la carabela portuguesa es un sifonóforo hidrozoario colonial). Aun así, el concepto práctico es útil: animales pelágicos, de cuerpo blando en forma de paraguas, boca en la parte inferior y tentáculos con células urticantes.
Taxonomía y grandes grupos
Las medusas verdaderas pertenecen al subfilo Medusozoa, que incluye cuatro clases con rasgos propios: Scyphozoa, Cubozoa, Hydrozoa y Staurozoa. Aunque todas tienen fase medusa (excepto algunas excepciones en Hydrozoa), difieren en anatomía y ciclo de vida.
- Scyphozoa: a menudo llamadas “medusas verdaderas”. Su campana en forma de cuenco carece de velum, y muchas especies se originan por estrobilación del pólipo (éforas).
- Cubozoa: las famosas medusas caja. Tienen una campana más o menos cuadrada, con un borde interno plegado llamado velarium que potencia su propulsión.
- Hydrozoa: gran diversidad; muchas hidromedusas poseen velum y varios linajes forman colonias. Algunas especies son de agua dulce, como Craspedacusta sowerbyi.
- Staurozoa: las medusas pedunculadas, que viven fijadas a sustratos fríos; recuerdan a un pólipo que ha desarrollado lóbulos de campana y tentáculos en el extremo oral.
Desde el punto de vista evolutivo, los análisis moleculares sugieren que Staurozoa diverge temprano dentro de Medusozoa, mientras que Cubozoa y Scyphozoa formarían un clado hermano de Hydrozoa. Además, los medusozoos comparten un rasgo llamativo: genomas mitocondriales lineales, inusuales entre animales.
Morfología básica: una campana con “trastienda”
El cuerpo de una medusa es una cúpula gelatinosa dividida en dos caras: la exumbrela (convexa, superior) y la subumbrela (cóncava, inferior). Del margen suelen colgar tentáculos con millones de cnidocitos (células urticantes) y, del centro de la subumbrela, un manubrio que termina en la boca.
La boca se abre a una cavidad gastrovascular donde se digieren los alimentos y se distribuyen nutrientes por todo el cuerpo. En escifozoos, esa cavidad se segmenta por septos y puede conectarse con canales radiales y un canal anular marginal, movidos por cilios que ordenan la circulación interna.
La gelatina que forma la mayor parte del animal es la mesoglea, una matriz con más del 95% de agua, fibras de colágeno y células ameboides. Esta mesoglea se sitúa entre la epidermis (exterior) y la gastrodermis (interior), otorgando flotabilidad y elasticidad.
Las medusas carecen de esqueleto, pulmones, corazón o riñones: el oxígeno difunde directamente a través de los tejidos, y los desechos salen por la propia boca. Su fisiología minimalista es parte de su éxito: menos piezas, menos costes y una asombrosa eficiencia.
El arma secreta: cnidocitos y veneno
Los tentáculos y, a veces, otras zonas del cuerpo, están sembrados de cnidocitos. Cada uno alberga una cápsula urticante con un filamento enrollado en espiral; ante estímulos mecánicos o químicos, el filamento se dispara a velocidad enorme, se clava y libera toxinas. Así inmovilizan presas y disuaden depredadores.
Tras el disparo, el cnidocito se pierde y debe regenerarse; en aproximadamente 24 horas aparece una célula funcional nueva. Este recambio continuo mantiene los tentáculos en guardia incluso tras ordeños repetidos. Ojo: tentáculos varados en la playa pueden seguir activos durante semanas.
Dimensiones: de puntos casi invisibles a gigantes monumentales
La diversidad de tamaños es extrema. Algunas hidromedusas recién liberadas del pólipo miden apenas un milímetro, y hay diminutas medusas rastreras como Staurocladia o Eleutheria que caminan por algas y charcas con tentáculos cortos.
En el otro extremo, especies colosales como Cyanea capillata (melena de león) lucen campanas de hasta un metro y tentáculos que pueden superar varias decenas de metros, mientras que la Nomura (Nemopilema nomurai) alcanza los 2 metros de diámetro y alrededor de 200 kg en temporadas de proliferación.
Profundidades abisales albergan gigantes discretos como Stygiomedusa gigantea, con campanas masivas y cuatro brazos orales a modo de cintas que pueden medir varios metros. También destacan Desmonema glaciale en aguas antárticas y las espectaculares Chrysaora de grandes brazos y tonos malvas.
Hábitat y distribución
Las medusas viven en todos los océanos del planeta, desde la superficie hasta zonas profundas, con especies costeras y oceánicas. Algunas hidromedusas colonizan lagos y ríos, siendo Craspedacusta sowerbyi la más conocida en agua dulce.
En condiciones normales, muchas poblaciones se mantienen lejos de costa, a 20–40 millas, donde la salinidad y temperatura son mayores. Cuando hay menos aportes fluviales (sequía), la costa se saliniza y esa barrera se difumina, facilitando arribazones, aunque lo que manda de verdad son las corrientes.
Cómo se mueven y por qué son tan eficientes
El nado de las medusas combina contracciones de la campana y pausas elásticas que exprimen al máximo la física del agua. Al contraer la campana, expulsan un chorro que impulsa hacia delante. Luego, la mesoglea, muy elástica, recupera forma sin gasto muscular adicional.
Ese vaivén crea anillos de vórtice: el primero empuja, y el segundo, durante la expansión, succiona agua hacia la campana y aporta un empujón extra “gratuito”. Este fenómeno se llama recaptura pasiva de energía y permite una eficiencia energética sobresaliente: estudios con Aurelia aurita muestran costes de transporte ~48% menores que en otros animales.
Alimentación y estrategias de caza
La mayoría son carnívoras u oportunistas: comen zooplancton, crustáceos, huevos y larvas de peces, peces pequeños e incluso otras medusas. Sus tentáculos actúan como redes derivantes y succión al abrir la campana acerca presas al alcance.
Hay dos patrones destacados. En muchas especies con tentáculos en el borde de la campana, la estrategia es más pasiva: cuando la presa toca el tentáculo, queda inmovilizada y se conduce a la boca. En cambio, en el orden Rhizostomeae, las medusas carecen de tentáculos marginales y poseen ocho brazos orales muy ramificados que filtran el plancton, generando corrientes con el batido de la campana.
Algunas medusas, en especial las cubomedusas, nadan activamente y pueden orientar su desplazamiento hacia áreas con más alimento gracias a sus notables capacidades sensoriales. Tampoco falta la estrategia colectiva: especies que forman enjambres con fines tróficos.
Varias especies mantienen simbiosis con microalgas (zooxantelas) en sus tejidos; es el caso de la medusa moteada Mastigias papua o la medusa invertida Cassiopea andromeda, que complementan su dieta con productos de fotosíntesis. Incluso se han observado “bolas” celulares móviles en Cassiopea con cilios y cnidocitos que cazan presas diminutas y parecen iniciar digestión.
Reproducción y ciclo de vida
En Medusozoa, el ciclo alterna generaciones: la larva plánula se fija y forma un pólipo, que se reproduce asexualmente (gemación o estrobilación) para originar medusas, responsables de la reproducción sexual.
En Hydrozoa y Scyphozoa, los pólipos pueden brotar medusas; en Scyphozoa, además, el pólipo (escifistoma) se segmenta en discos apilados que se liberan como éforas. Las medusas suelen ser dioicas (machos y hembras) y liberan gametos en el agua o se fecundan internamente según la especie.
La fase medusa suele ser breve, de unos pocos meses hasta medio año, con crecimiento acelerado, maduración y muerte tras el desove. El pólipo, en cambio, puede persistir años, clonándose periódicamente y generando nuevas cohortes de medusas según condiciones ambientales.
Un caso célebre es Turritopsis dohrnii, capaz en laboratorio de revertir de medusa a pólipo en ciertas circunstancias, una especie de “rejuvenecimiento” que ha popularizado la etiqueta de “medusa inmortal”, aunque su verdadera relevancia ecológica aún se debate.
Sentidos, sistema nervioso y la sorprendente visión de las medusas caja
Aunque no tienen cerebro como tal, poseen una red nerviosa difusa que recorre la epidermis y un anillo nervioso periférico que coordina respuestas. En los márgenes suele haber rópalios, órganos sensoriales con estructuras que detectan luz, orientación y vibraciones.
Muchos rópalios incluyen ocelos sencillos que distinguen luz y sombra; en algunas especies, cristales pesados actúan como estatolitos para orientar la “mirada” hacia arriba, lo que ayuda a seguir el dosel de manglares durante migraciones diarias. Neuronas marcapasos en los rópalios regulan el ritmo y dirección de nado.
Las cubomedusas llevan esto al límite: tienen 24 ojos organizados en cuatro rópalios con dos ojos con lentes (superior e inferior) y varios ojos simples. Aunque sus lentes generan imágenes algo desenfocadas (distancia focal mayor que la retina), logran visión espacial suficiente para evitar obstáculos, orientarse por luz solar y realizar conductas complejas.
A nivel molecular, predominan fotorreceptores ciliares (c-PRC) con c-opsinas, y se han identificado genes del grupo Pax (como PaxB) implicados en el desarrollo de lentes y retina, lo que convierte a las cubomedusas en modelos valiosos para estudiar el origen y diversificación de sistemas visuales.
También hay adaptaciones conductuales y fisiológicas a la luz, como reflejos pupilares o variaciones en velocidad de constricción de la pupila entre especies que habitan entornos con distinta complejidad (manglares frente a playas abiertas), optimizando la detección y eludir obstáculos.
Bioluminiscencia y su impacto en la ciencia
Numerosas medusas emiten luz (bioluminiscencia) como señal de defensa, atracción o comunicación. Entre ellas, la hidromedusa Aequorea victoria fue clave porque de ella se aisló la proteína verde fluorescente (GFP), que revolucionó la biología celular y la microscopía como marcador genético fluorescente.
Otras, como Pelagia noctiluca, iluminan estelas azuladas en el Mediterráneo y otros mares, recordándonos que la noche oceánica está llena de luces vivas y que la bioluminiscencia es parte central de las interacciones en el plancton.
Paleontología: una historia antigua con fósiles raros
Las medusas fosilizan mal por su cuerpo blando, pero existen hallazgos excepcionales. El fósil inequívoco más antiguo de una medusa de nado libre es Burgessomedusa, del Cámbrico medio en Canadá; también se ha descrito Auroralumina attenboroughii de finales del Ediacárico como uno de los depredadores animales más antiguos, dentro del tronco de Medusozoa.
Estos registros, junto con dataciones moleculares, apoyan la idea de que las medusas son uno de los grupos multiorgánicos más antiguos, con raíces evolutivas profundas anteriores a la diversificación de muchos otros linajes animales complejos.
Relación con los humanos: picaduras, riesgos y primeros auxilios
La toxicidad de la picadura varía mucho según la especie. En playas templadas, la mayoría de encuentros causan dolor con quemazón, enrojecimiento y picor que remiten. Pero hay especies tropicales (sobre todo Cubozoa) potencialmente letales si no se actúa rápido.
Si una medusa pica, lo primero es salir del agua y pedir ayuda. A continuación: no frotar la zona; enjuagar con vinagre o, si no está indicado para la especie local, con agua de mar (nunca dulce); retirar restos de tentáculos con pinzas; y aplicar calor local (ducha o baño caliente, sin quemar) para aliviar el dolor. Evitar hielo directo y “remedios caseros” sin aval.
En regiones de alto riesgo (Australia, Filipinas y zonas del Índico y Pacífico central), o si la persona tiene múltiples áreas afectadas, si la picadura fue en ojo o boca, o aparecen dificultad respiratoria, vómitos, mareo, espasmos o mal estado general, activar asistencia médica de inmediato.
Curiosidad: el vinagre es especialmente útil en cubomedusas (inactiva cnidocitos), pero no funciona igual en todos los grupos, así que conviene seguir las recomendaciones locales. Recuerda que tentáculos desprendidos pueden seguir picando bastante tiempo tras la muerte del animal.
Depredadores y refugios vivientes
Las medusas son alimento de tortugas marinas (especialmente laúd), peces luna, tiburones ballena, algunas aves pelágicas, cangrejos y hasta otras medusas o anémonas. También hay nudibranquios que “roban” sus cnidocitos y los reutilizan como defensa.
Por el lado contrario, muchos peces juveniles encuentran en las medusas un refugio móvil entre sus tentáculos, esquivando depredadores mientras se desarrollan. Es un equilibrio fascinante: la misma estructura que puede picar a un bañista, da cobijo a otro pez.
Por qué a veces llegan en masa a la playa
Además de vientos y corrientes, influyen la salinidad y la temperatura. Aportes fluviales bajos (sequías) incrementan la salinidad costera, reduciendo la “barrera” que mantiene a las medusas mar adentro. También la sobrepesca puede favorecer proliferaciones al mermar poblaciones de depredadores y competidores.
En general, el factor director es la circulación oceánica regional: giros, frentes, surgencias y temporales que agregan plancton, concentran medusas y las empujan hacia ensenadas y playas.
Especies y ejemplos emblemáticos
Algunos nombres que conviene tener en el radar: Chironex fleckeri (avispa de mar), cubomedusa famosa por su peligrosidad; Physalia physalis (carabela portuguesa), un hidrozoario colonial con tentáculos potentísimos; y escifozoos habituales de nuestras costas como Aurelia aurita (medusa común), Cotylorhiza tuberculata (huevo frito) o Rhizostoma pulmo (acalefo azul).
- Aequorea victoria (Hydrozoa) – clave por la GFP, pionera en bioluminiscencia aplicada.
- Nemopilema nomurai (Scyphozoa) – la “gigante de Japón”, de enorme biomasa en ciertos años.
- Cyanea capillata (Scyphozoa) – melena de león ártica, con tentáculos que pueden ser larguísimos.
- Chrysaora fuscescens – la “ortiga del Pacífico”, común en aguas frías-templadas.
Gastronomía y aprovechamiento
En varios países asiáticos, sobre todo con Rhizostomeae, se consumen medusas tras un proceso tradicional de salado y prensado con alumbre que dura 20–40 días. Se retiran gónadas y mucosas, se deshidrata y acidifica la textura para obtener un producto firme y crujiente, bajo en calorías (4–5% proteínas, ~95% agua).
En China se remojan para desalarlas y se comen crudas o cocinadas con aliños de salsa de soja, vinagre, aceite y azúcar; en Japón se sirven en tiras con vinagre como aperitivo. En Estados Unidos se explota Stomolophus meleagris (“bala de cañón”) para exportación. Algunas especies comestibles populares son Rhopilema esculentum y Nemopilema nomurai.
Aclaraciones anatómicas y términos clave
Al describir medusas, encontrarás vocabulario específico. La zona opuesta a la boca es el polo aboral; el borde de la campana puede llevar rópalios con ocelos, estatocistos y marcapasos. El manubrio puede prolongarse en brazos orales y la cavidad gastrovascular organizarse en bolsas gástricas y canales radiales.
Hydrozoa suele presentar velum (un diafragma interno que ayuda al nado), mientras que Scyphozoa carece de él. En Cubozoa el velarium cumple un papel similar al estrechar la apertura de la campana y crear chorros más potentes. Muchas medusas muestran simetría tetrámera (partes en múltiplos de cuatro).
¿Cuánto vive una medusa?
En la naturaleza, la fase medusa vive poco: de semanas a unos 6 meses por lo general. Tras reproducirse, la mayoría muere. No obstante, los pólipos bentónicos, discretos y longevos, pueden mantenerse años liberando éforas en campañas anuales cuando el entorno acompaña.
La supuesta “inmortalidad” de Turritopsis dohrnii procede de observaciones en laboratorio de reversiones de medusa a pólipo ante estrés. Aunque es un fenómeno real, está por determinar su frecuencia y relevancia en poblaciones naturales y qué costes conlleva.
Seguridad en la playa: consejos prácticos
Antes de bañarte, comprueba avisos en la playa. Si hay medusas, evita el agua o usa trajes de protección. Lleva siempre pinzas en el botiquín de playa por si necesitas retirar restos de tentáculos. Y recuerda: el agua dulce activa cnidocitos, mejor vinagre (si procede) o agua de mar.
Personas alérgicas o con antecedentes de reacciones intensas deberían extremar precauciones y, ante una picadura, buscar atención médica con rapidez. En caso de duda, consulta al socorrista sobre el protocolo recomendado para la especie local.
¿Medusas o no medusas? Matices taxonómicos
Aunque hablemos de “medusas” como grupo, desde el punto de vista filogenético no forman un clado exclusivo: engloban gran parte de Medusozoa, con excepciones. Por eso verás debates sobre qué incluir (p. ej., ctenóforos y salpas no son medusas, aunque a veces se les confunde).
También hay especies coloniales como Physalia que, pese a su aspecto de medusa, son agregados de pólipos y medusoides especializados. Estas sutilezas ayudan a entender por qué en divulgación se simplifica, mientras que en biología se filtra con más precisión.
Las medusas, con su mezcla de sencillez anatómica y complejidad ecológica, conectan pasado y presente del océano. Su anatomía minimalista, su ciclo de vida dual, su eficiencia de nado y su arsenal urticante explican que lleven tantísimo tiempo en los mares. Desde el fósil del Cámbrico hasta los estudios modernos de visión y bioluminiscencia, pasando por su papel en redes tróficas y su ocasional choque con bañistas, todo en ellas cuenta la historia de un linaje veterano que sigue marcando el pulso del plancton y la vida marina.