- La lluvia arrastra el plomo de superficies urbanas, reduciendo su presencia local pero trasladándolo a otros ecosistemas.
- Las palomas más oscuras acumulan más metales por la melanina, actuando como bioindicadoras de contaminación.
- En Santiago se detectaron niveles comparables a zonas industriales de Corea del Sur pese a la eliminación de la gasolina con plomo.
- Se recomiendan drenajes urbanos y biorremediación para evitar que el problema migre a ríos y humedales.

En plena vida urbana, las palomas se han convertido en excelentes testigos de la contaminación: sus plumas guardan pistas de cómo se mueve el plomo por la ciudad cuando llueve, qué barrios lo retienen y hacia dónde termina viajando. Un trabajo dirigido por la Universidad de Chile detalla que, en escenarios con mucha impermeabilización del suelo y precipitaciones frecuentes, el agua reduce la carga de metales en las superficies, aunque con un efecto colateral nada menor.
La investigación, publicada en la revista Journal of Hazardous Materials y liderada por la Dra. Fallon Nacaratte y el Dr. Isaac Peña Villalobos, analizó plumas recolectadas en Chile, México, Brasil, Irán, Francia y Corea del Sur. El equipo comprobó que la lluvia y el tipo de suelo, junto con el paisaje urbano y la coloración del plumaje, explican gran parte de la variación en la presencia de plomo.
Claves del estudio y alcance internacional

El equipo comparó ciudades de distintos continentes para evaluar cómo clima, urbanización y paisaje condicionan la carga de metales pesados en las aves. Las palomas resultan idóneas para este tipo de monitoreo porque comparten nuestro entorno, se alimentan y descansan en zonas muy transitadas y sus plumas acumulan compuestos que reflejan la exposición ambiental.
En este trabajo se estudiaron muestras de plumas —un tejido fácil de obtener sin afectar a los animales— para reconstruir el “mapa” del plomo en entornos urbanos. La aproximación multipaís permitió detectar patrones comunes pese a diferencias culturales y geográficas, lo que da solidez a las conclusiones.
Lluvia, urbanismo y movilidad del plomo

Uno de los hallazgos más llamativos es que no siempre los núcleos más densos presentan más plomo. En áreas con pavimentos extensos y lluvias habituales, el agua actúa como “barrido” de metales, reduciendo la carga que permanece en fachadas, suelos y mobiliario urbano.
Esa aparente limpieza, sin embargo, no elimina el problema. El plomo se moviliza con las escorrentías y puede acabar en ríos, esteros y humedales, trasladando el riesgo a otros ecosistemas y complicando su gestión a escala de cuenca.
La dirección y la intensidad de las precipitaciones, junto a la morfología de la ciudad, condicionan cómo se redistribuye el contaminante. Por ello, el diseño del drenaje urbano y la presencia de suelos permeables o infraestructuras verdes marcan diferencias reales en la acumulación detectable en las plumas.
Color del plumaje y retención de metales
El estudio confirma que las palomas de plumaje más oscuro acumulan más plomo, cobre y zinc que las de tonalidades claras. La razón principal es la melanina: este pigmento se une a los metales pesados, de modo que las aves melánicas tienden a “secuestrarlos” en el plumaje.
Esa retención funciona como una suerte de amortiguador fisiológico, porque parte de la carga metálica queda fuera del circuito interno del ave. Al mismo tiempo, el patrón de color se convierte en una señal visible de presión ambiental en determinados barrios y condiciones climáticas.
Santiago, un caso que preocupa
En la capital chilena, las palomas mostraron niveles de plomo comparables a los de áreas industriales de Corea del Sur, a pesar de que en Chile se retiró la gasolina con plomo en 2003. Esto apunta a la persistencia del metal en suelos urbanos y en polvo acumulado durante décadas.
Trabajos previos del mismo equipo en Santiago ya habían descrito que la coloración del plumaje se alinea con condiciones como la contaminación o las islas de calor. En sectores más urbanizados se observan más individuos melánicos, un patrón coherente con el mayor estrés ambiental.
En una muestra amplia —2.200 palomas desde San Bernardo a Las Condes— se constató además que las blancas representan apenas alrededor del 2%, un porcentaje que habría disminuido con el tiempo. La hipótesis es que las aves claras toleran peor los contaminantes que sus congéneres más oscuras.
Implicaciones para la salud pública y la gestión
La Organización Mundial de la Salud sitúa al plomo entre los diez compuestos químicos de mayor preocupación. Incluso en cantidades bajas puede causar daños neurológicos y cognitivos, especialmente en la infancia, por lo que reducir la exposición es clave.
Los autores sugieren reforzar estrategias de drenaje urbano sostenible y biorremediación para que las lluvias no se limiten a desplazar el problema. Sistemas de retención y tratamiento de escorrentías, junto con suelos más permeables y vegetación adecuada, pueden interceptar y fijar metales antes de que lleguen a cursos de agua.
Qué falta por investigar
El trabajo abre la puerta a estudiar otras especies urbanas y metales como el mercurio, así como a evaluar cómo responden distintos diseños de ciudad ante episodios de precipitación intensa. Profundizar en marcadores fisiológicos —inmunidad, estrés oxidativo o metabolismo— ayudará a entender impactos a largo plazo.
La investigación contó con apoyo de FONDECYT Iniciación N.º 11221062 y FONDECYT Regular N.º 1251362, y se desarrolló principalmente en el Departamento de Ciencias Ecológicas de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, donde se impulsa una agenda robusta en ecología urbana y salud ambiental.
Estos resultados ponen de relieve que las palomas actúan como centinelas de nuestra propia exposición: la lluvia puede despejar el plomo de las calles pero también lo transporta a otros entornos, de modo que la solución pasa por rediseñar cómo capturamos, filtramos y gestionamos las aguas pluviales en la ciudad.