- Las tortugas marinas afrontan múltiples amenazas de origen humano como la pesca accidental, contaminación y cambio climático.
- Existen siete especies de tortugas marinas, la mayoría clasificadas como en peligro, y todas cumplen roles ecológicos esenciales.
- Las iniciativas de conservación se centran en la protección de hábitats, legislación, nuevas tecnologías de monitoreo y cooperación internacional.
- La concienciación y la educación ambiental son fundamentales para garantizar la supervivencia de estas especies únicas.

Las tortugas marinas han surcado los océanos durante millones de años, adaptándose a casi todos los mares y convirtiéndose en piezas clave del equilibrio ecológico marino. Sin embargo, en la actualidad su futuro está cada vez más comprometido por una suma de amenazas que provienen, en su mayoría, de la actividad humana.
Resulta llamativo que, a pesar de tratarse de animales que sobreviven a grandes extinciones y cuentan con una antigüedad de más de 100 millones de años, estas especies se encuentran hoy en la cuerda floja. La celebración cada 16 de junio del Día Mundial de las Tortugas Marinas, además de rendir homenaje a estas criaturas y visibilizar su importancia ecológica, destaca la urgencia de protegerlas y modificar aquellas costumbres que contribuyen a su declive.
¿Por qué están en peligro las tortugas marinas?
La situación actual de las tortugas marinas es especialmente preocupante: seis de las siete especies reconocidas por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza están amenazadas, y la séptima figura como vulnerable. Entre ellas destacan la tortuga laúd, la verde, la carey, la boba, la olivácea, la bastarda y la plana. Cada una posee características y hábitos alimenticios únicos, y desempeñan funciones indispensables en sus ecosistemas.
Las principales amenazas tienen su origen en actividades humanas. La pesca industrial y artesanal, sobre todo cuando no se utilizan dispositivos excluyentes, provoca cientos de miles de muertes accidentales cada año. La contaminación por plásticos también es devastadora; muchas tortugas confunden bolsas y residuos con medusas, su alimento favorito, causando daños en su sistema digestivo, desnutrición o muerte.
El desarrollo urbano y la invasión de las playas de anidación reducen los espacios disponibles para que las hembras depositen sus huevos. La contaminación lumínica de las costas, por otra parte, desorienta a las crías recién nacidas, impidiendo que encuentren el mar y disminuyendo drásticamente sus posibilidades de supervivencia.

El cambio climático introduce nuevos riesgos, como el aumento de la temperatura de la arena —que determina el sexo de las crías—, poniendo en peligro el equilibrio poblacional y el futuro reproductivo de muchas colonias. Además, fenómenos como el ascenso del nivel del mar y el incremento de tormentas violentas erosionan o destruyen playas históricas de anidación, mientras que la alteración de las corrientes oceánicas complica las migraciones y la búsqueda de alimento.
El papel ecológico y social de las tortugas marinas
Las tortugas marinas actúan como bioindicadores del estado ambiental de los océanos. Su presencia —o la disminución de sus poblaciones— revela alteraciones en los hábitats marinos y sirve de advertencia temprana sobre desequilibrios o amenazas.
En el ámbito ecológico, cada especie influye de forma específica: al alimentarse de medusas, controlan posibles proliferaciones que afectarían a otras poblaciones marinas; la tortuga verde mantiene en condiciones óptimas los pastos marinos, esenciales para especies comerciales como langostas y camarones; la tortuga carey ayuda a mantener la diversidad de los arrecifes de coral, alimentándose de esponjas que, de no ser controladas, dominarían el arrecife y desplazarían a otras especies.
Las migraciones de las tortugas también favorecen la transferencia de nutrientes entre ecosistemas marinos y costeros, lo que las hace piezas clave para el funcionamiento del océano.
Más allá del plano científico, estos reptiles tienen un alto valor cultural y turístico en muchas regiones. Su observación promueve actividades sostenibles, como el ecoturismo o la educación ambiental, y contribuye a la identidad natural de comunidades costeras, además de generar beneficios económicos.

Investigación y nuevas tecnologías para protegerlas
Las tortugas marinas presentan patrones migratorios y comportamientos complejos. Por eso, la ciencia ha desarrollado nuevas herramientas para su estudio y monitoreo. En lugares como Canarias, se utilizan cámaras estereoscópicas submarinas y sistemas de vídeo remoto que permiten observar su actividad sin interferir en su conducta natural. Estos dispositivos, colocados en zonas de especial interés biológico, han facilitado un mejor entendimiento sobre sus hábitos y las amenazas que enfrentan a distintas profundidades.
También destaca la investigación sobre los impactos de la pesca artesanal, que ha ayudado a distinguir entre daños causados por estas actividades y los provocados por la pesca industrial o la contaminación marina. Gracias a la colaboración entre científicos, pescadores y autoridades, se están elaborando mapas de presencia y abundancia de tortugas marinas, así como guías sobre buenas prácticas para evitar daños innecesarios.

Las grandes amenazas: una mirada global
El espectro de peligros que acechan a las tortugas marinas es diverso y de carácter global. La caza furtiva persiste en algunas regiones, especialmente para obtener su caparazón, carne o huevos, pese a la protección internacional y tratados como la Convención CITES y la Convención Interamericana para la Protección y Conservación de las Tortugas Marinas. Las colisiones con embarcaciones, el tráfico marítimo y la ingestión de residuos añaden nuevos desafíos a su delicado estado poblacional.
El calentamiento global acentúa estos riesgos: cambios en temperaturas y fenómenos meteorológicos afectan su reproducción y migración, mientras que la acidificación y pérdida de hábitats deterioran sus áreas de alimentación y reproducción.
La protección de estas especies requiere un enfoque internacional, ya que recorren grandes distancias y ninguna nación puede protegerlas por sí sola. Por ello, tratados globales como el Tratado Global de los Océanos y la colaboración entre países son fundamentales.
Acciones y retos actuales para su conservación
Las buenas prácticas y medidas para proteger a las tortugas marinas incluyen la creación y gestión efectiva de áreas marinas protegidas, el uso de dispositivos que reduzcan la captura incidental en pesquerías, la regulación del turismo en playas de anidación y la lucha contra el comercio ilegal.
La educación ambiental también tiene un papel clave: talleres, campañas y contenidos en la escuela fomentan empatía y respeto hacia estos animales y su hábitat. Adoptar acciones como reducir el plástico de un solo uso o respetar las playas durante la temporada de desove, tiene un impacto positivo en su supervivencia.

Las tortugas marinas enfrentan una situación compleja, en la que su resistencia evolutiva convive con las múltiples amenazas derivadas de nuestra intervención. El trabajo conjunto en investigación, legislación y sensibilización es imprescindible para asegurar su conservación y que sigan siendo parte activa del ecosistema planetario durante generaciones.
