Sapito sapón: el sapo que conquista a la infancia y al aula
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Dentro del grupo de los anuros, el sapo es uno de los animales que se ha extendido por el planeta, pudiendo encontrarse más de 5.000 especies. Se trata de un anfibio de ojos grandes y cuerpo pequeño, normalmente en color gris, verde o marrón.
Conocer sus características, dónde vive, y los cuidados que precisa hará que su esperanza de vida aumente, sobre todo en cautividad.
El sapo, de nombre científico Bufonidae, es un pequeño anfibio de un tamaño no superior a los 14 centímetros de longitud (10 en el caso de los machos). Tiene un cuerpo redondo y unas patas anchas, con cuatro dedos en las delanteras; y cinco en las traseras.
De cabeza ancha y corta, lo que más destaca de ella es su hocico y una larga lengua pegajosa que utiliza para atrapar el alimento fácilmente. Algunos no disponen de esta y utilizan sus mandíbulas para mantener a las presas hasta que mueren privadas de oxígeno. Según la especie de sapo que sea, su piel puede segregar veneno, aunque no es lo habitual.
Es capaz de vivir entre 10 y 30 años, más si está bien cuidado y en cautividad.
Una de las confusiones más habituales entre estos dos anfibios es confundir un sapo con una rana. Sin embargo, lo cierto es que hay claras diferencias.
Para empezar, el sapo tiene una piel más rugosa y áspera, al contrario que la rana, que es suave y suele estar siempre humedecida. Además, ésta es más delgada y estilizada, al revés que el otro, ancho y gordito.
Las patas de un sapo son más cortas y prefieren caminar antes que saltar (porque no se les da demasiado bien). Y el color de su piel es otro indicativo diferenciador, ya que tiene un color más oscuro y marrón, al revés que la rana, cuya tonalidad es más brillante.
El sapo se puede encontrar en todos los continentes de la Tierra excepto en Australia y en la Antártida. Su hábitat natural es el de un ambiente húmedo y cerca de zonas de agua. A pesar de que sobreviven en cualquier ecosistema, a la hora de reproducirse necesitan un medio acuático.
Son de los animales más adaptativos al ecosistema donde vivan, pudiendo controlar su propia temperatura interna gracias a los mecanismos de regulación corporal. Su actividad pueden desarrollarla a cualquier hora del día, incluso si está lloviendo.
En el reino animal existen más de 5000 especies diferentes (entre ranas y sapos). Debido a que el sapo se puede encontrar en casi todos los continentes, se reconocen un total de 52 géneros diferentes, además de algunos sapos que están incluidos en otras familias de anfibios.
Dentro de ellos, los más conocidos son el sapo común, el de Arabia, el de vientre de fuego oriental, el sapo común asiático, el verde, el sapo de espuelas, etc.
Un sapo no es el animal habitual para tener en un hogar, si bien hay muchos que optan por este para cuidarlo en casa. Para hacerlo, es necesario conocer sus necesidades.
Para tener un sapo como mascota es importante disponer de un terrario grande, de un mínimo de 50 litros (dependerá de la especie que sea), donde se puedan distinguir dos zonas diferentes, una acuática y otra de tierra, pudiendo acceder fácilmente a las dos.
Ha de estar decorado ambientándolo a su hábitat natural, con rocas, plantas y musgo, además de arena o tierra, pero que esta no acabe ensuciando el agua. No precisa de un calentador ni de controlar la temperatura, salvo que se viva en una zona fría. Un sapo tolera temperaturas de 15 a 24 grados.

El sapo es un animal carnívoro y come insectos, lombrices, larvas, babosas, arañas… tanto en el hábitat salvaje como si se tiene como mascota. Hay ocasiones, cuando las especies son más grandes, en que pueden comer roedores, lagartijas o serpientes.
Su modo de alimentarse es diferente al de otros animales. Porque, en lugar de ir a cazar, se quedan inmóviles en un lugar esperando que su comida se acerque para lanzar su lengua y atrapar el alimento.

La reproducción del sapo se produce de manera ovulípara, es decir, a través de huevos depositados en un medio húmedo (principalmente agua) para que nazcan las larvas. Después se lleva a cabo una transformación denominada metamorfosis donde pasan de larvas a renacuajos y de ahí a sapos.
Debido a la evolución de su especie, el sapo, igual que ocurre con la rana, según donde viva, puede reproducirse o no, ya que al ser necesario un medio acuoso, si este no se encuentra pueden tardar años en reproducirse.
Los sapos macho se meten en el agua para defender su territorio, mediante sonidos graves, que alejan a otros machos. Al mismo tiempo que atraen a las hembras. Estas, dependiendo del canto del sapo, se decantan por uno u otro y tiene lugar el apareamiento, denominado amplexus. El macho, en el propio agua, monta a la hembra agarrándola, bien por las axilas o bien por las ingles.
En ese momento, la hembra libera los huevos que son fertilizados al mismo tiempo por el macho. Estos se caracterizan por estar unidos en cordones y tener un color oscuro, así como un tamaño y forma que, según el tipo de sapo, puede diferir. Cada huevo tiene un recubrimiento gelatinoso que, al contacto con el agua, se hace más grande para proteger la vida que hay en el interior.
El tiempo para que eclosionen suele ser de entre cinco y 40 días, depende de la especie y también de las condiciones climatológicas. De media, las larvas aparecen a las dos semanas. Pero no pueden moverse debido a la protección gelatinosa y también a los cordones de los huevos. Tras unos días, se liberarán, al tiempo que se van desarrollando mientras se alimentan de las reservas que encuentran en esa zona.
Al principio, las larvas no tienen boca ni tampoco es fácil saber cuál es la parte de la cabeza. Pero en cuestión de días eso cambia, pudiendo desarrollar boca, pico córneo, y oberturas anales y nasales. Físicamente, son ovalados y con una cola larga que usan para nadar por el medio acuático. En ese momento, se les considera renacuajos.
El siguiente paso por el que pasa es la aparición de las extremidades posteriores y anteriores, perdiendo así la cola. Cuando las branquias dejan de actuar y se inicia la respiración pulmonar, se produce la metamorfosis. Esta puede durar una semana, donde se desarrolla el tímpano, el oído interno y medio, la visión, se recolocan los ojos en la cabeza y su físico es más parecido al de un sapo.
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